Evangelio del día: «Yo he venido al mundo como luz». Jn12,44-50

22 de marzo, Día Mundial del Agua

En estos momentos, donde la fragilidad humana se palpa, es más necesario que nunca cuidar la Casa Común. Desde nuestras casas podemos comenzar por esta lectura para concienciarnos del cuidado de los recursos naturales, empezando por el agua.

NO PODEMOS ESPERAR. TODOS TENEMOS UN PAPEL QUE JUGAR

El Papa Francisco nos dice: “el agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos” (Laudato si’, n. 28). Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, insiste “el agua es un derecho humano para cualquier persona, sea quien sea y esté donde esté.”

Por lo tanto, se trata de un recurso básico para el bienestar de la población mundial y su crecimiento inclusivo: afecta directamente a la vida de miles de millones de personas, al incidir en la seguridad alimentaria y energética, la salud humana y el medio ambiente.

En 2010, las Naciones Unidas reconocieron que “el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos”. Toda persona tiene derecho a disponer de agua suficiente, segura, aceptable, accesible y asequible para uso personal y doméstico (consumo, saneamiento, colada, preparación de alimentos, higiene personal y doméstica...)

En 2015, las Naciones Unidas aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Una de sus metas es garantizar agua limpia y saneamiento, su disponibilidad y gestión sostenible para todas las personas de aquí al año 2030.

Algunos datos para la reflexión:

  • Unos 2.100 millones de personas viven sin agua potable en sus hogares.
  • 700 millones en el mundo podrían verse forzadas a desplazarse debido a la escasez de agua de aquí a 2030.
  • Más de 700 niños y niñas menores de cinco años mueren cada día de diarrea, a causa del agua insalubre o un saneamiento deficiente.
  • En ocho de cada diez hogares de los que carecen de agua, las mujeres y niñas son las encargadas de recoger el agua.
  • Los más ricos suelen recibir servicios de agua, saneamiento e higiene de calidad a un coste bajo o muy bajo, mientras que los más pobres pagan un precio mucho más alto por un servicio de igual o menor calidad.

Para no dejar a nadie atrás, debemos concentrar nuestros esfuerzos en incluir a quienes han sido marginados o ignorados. Los servicios de abastecimiento de agua deben satisfacer las necesidades de los grupos marginados y tenerlos en cuenta en los procesos de adopción de decisiones. La ley tiene que reconocer el derecho de todas las personas al agua, y hay que dar financiación suficiente, de forma equitativa y efectiva, para quienes más la necesitan.

 

Comisión por la Ecología Integral Diócesis de Vitoria
Vitoria-Gasteiz, 22 de marzo de 2020

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