Evangelio del día: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Jn6,52-59

Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz

El día 28 de agosto, falleció José Antonio Bengoetxea, uno de los primeros diáconos permanentes de la Diócesis de Vitoria, que llevaba ya un tiempo aquejado de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular.

170719_Diáconos en PipaónEn su recuerdo, esta foto de los 7 diáconos de Vitoria que fue tomada en su casa, el pasado 19 de julio de 2017, en Pipaón (Álava). Fue un encuentro muy entrañable donde Maite y José Antonio ejercieron de magníficos anfitriones. Nos recibieron con un mural en la puerta donde se podía leer: “¡Bienvenida familia diaconal!”. Y es que ésta fue la primera vez que todos los diáconos conseguíamos reunirnos y disfrutar de una inolvidable tarde de verano. Después de una agradable conversación, tomamos un tentempié que supo a cena anticipada. Y antes de despedirnos, acabamos entorno a la capilla que tienen a la entrada de su casa. Maite nos dirigió una espontánea oración, llena de sentimiento y vida. Y José Antonio finalizó aquél deseado encuentro dándonos, a la manera que le permitía su enfermedad, la bendición.

Todavía guardábamos casi intactos estos buenos momentos compartidos, cuando nos sobrecogió el fallecimiento de José Antonio. Así, el martes, 29 de agosto, en la iglesia parroquial de la Exaltación de la Santa Cruz, de Pipaón, volvimos a encontrarnos todos los diáconos permanentes, pero en esta ocasión para el funeral de cuerpo presente de nuestro hermano.

Un funeral que fue presidido por nuestro obispo Juan Carlos Elizalde y que fue concelebrado por el vicario general, Carlos García Llata, y una buena representación del presbiterado de Vitoria. En esta ocasión, Álvaro Gastón, vicario de la zona rural norte, hizo una homilía tan cercana como profunda. Además, Maite, sus hijos y el resto de familiares se pudieron sentir no solo acompañados, sino arropados por una Iglesia que estaba totalmente abarrotada de amigos y convecinos.

En la eucaristía, que fue verdadera acción de gracias por la vida de José Antonio, recordamos, entre otras cosas, su época de estudios junto a los viatores, su implicación con los dominicos de la Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles de Vitoria y su ingente labor pastoral en Pipaón.

Al final, se sucedieron varios testimonios que dejaron nuestros sentimientos a flor de piel. Por un lado, su hija Maite leyó, en nombre de José Antonio, una larga y sentida lista de agradecimientos. Y por otro, Daniel, su compañero de fatigas en el diaconado permanente, nos hizo esbozar una sonrisa al contar alguna anécdota confesable del obispo José María Larrauri, quien llegó a hablar de José Antonio como “el obispo de Pipaón”, a tenor de su gran implicación en el pueblo. Tras el envío, tuvo lugar la conducción hasta el cementerio de esta bella localidad alavesa.

Y así, aunque el tiempo incierto amenazaba lluvia, nuestros corazones, más que nunca, florecían esperanzados. ¡Hasta siempre, José Antonio!

Óscar Areitio Badiola
Diácono permanente

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