Compartiendo nuestro sueño feminista

La Comisión de Mujer laica en la Iglesia y en la Sociedad del Servicio Diocesano del Laicado, queremos compartir con todas y todos, algo de la formación que estamos trabajando. Sin duda habrá cosas mejores y también peores para compartir, pero nosotras compartimos lo que nos llega y nos ayuda a tomar conciencia de lo que somos y de los objetivos a cumplir que tenemos pendientes. Por eso y con motivo del 8 de Marzo (Día de la Mujer), hacemos público lo siguiente, tomado del libro de María del Carmen Martín Gavillero titulado "Mujeres en el siglo XXI. Identidad, opciones y desafíos".
Partimos de la frase de la teóloga Joan Chittister: “Lo que no cultivamos dentro de nosotras no puede existir en el mundo que nos rodea, porque somos un microcosmos”.
En una parte del libro María del Carmen nos habla de luchar por cambiar las circunstancias, para lograr sentar las bases de la igualdad de oportunidades, para desvelar las injusticias, para no tener excusas, para no poder detenernos. Dice que ser plenamente humanas nos exige ser libres interiormente, lo cual no es fácil y conlleva recorrer un largo camino. Debemos descubrir nuestros propios miedos y fantasmas interiores y eso, muchas veces, cuesta más que ver otras injusticias que nos vienen de fuera. Esto es una tarea que debemos realizar a lo largo de toda la vida y que además queremos inculcar a las generaciones que vienen detrás.
Por todo ello, nos unimos a la propuesta a la que nos invita M. Carmen Martín:
- Queremos ser mujeres libre. Aspiramos a desenredar los lazos, muchas veces de seda, que nos atrapan en una conciencia pobre sobre nuestra historia, nuestros condicionantes, y sobre todo, nuestras posibilidades.
- Queremos ser mujeres que se implican en la acción política y social, que entienden que la vida es una lucha compartida. Admiramos profundamente la libertad de las mujeres que se enfrentan a sus miedos y toman decisiones audaces, renunciando a la cómoda seguridad de lo conocido y lo controlable.
- Queremos ser mujeres que erradican todas las palabras que hacen daño inútilmente. Es conocida la capacidad curativa de las palabras y, a su vez, su gran potencial para destruir lo más hermoso. Por eso, queremos ejercer una continua vigilancia sobre ella, para no herir ni permitir que nos hieran.
- Queremos afrontar la relación de pareja de maneras diferentes pero atractivas: sabernos hechas para amar y buscar sin descanso la reciprocidad, sin dejar de interrogarnos por el sentido y el “hacia dónde”.
- Queremos vivir la pareja como encuentro de dos personas plenas y autónomas, con espacios de independencia y de coincidencia, generando hijos e hijas o generando otras iniciativas, frutos del proyecto común.
- Queremos ser mujeres que participan plenamente en sus comunidades eclesiales […].
- Queremos ser precursoras de esperanza que no se cansan de repetir que un mundo más humano es posible. Que la construcción de una sociedad y una Iglesia más “sororal” es posible. Que mujeres y hombres pueden vivir en armonía y en paz. Un pensador dijo que “la esperanza no es la convicción de que algo va a salir bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo salga”.
- Queremos profundizar en el camino interior y en las relaciones como auténtica fuente de sanación física y espiritual del planeta y de la humanidad.
- Queremos ser mujeres provocadoras de alegría. Nos sentimos unidas a la risa de las mujeres, a la alegría compartida, sensata y lúcida, desde el principio de los tiempos. […] La risa nos arranca la certeza de que podemos vivir sin huir de la intensidad de los sentimientos y la hondura de la reflexión y apostar, sin embargo, por ser felices.
- Queremos ser mujeres buscadoras de Dios. Sintiéndonos habitadas por una presencia que nos enamora […]. Barruntamos esa presencia y salimos cada mañana, como la enamorada del Cantar de los Cantares, en su búsqueda.