Cuaresma: Ahora es el momento favorable
Otra vez Cuaresma. Un año más en este tiempo en el que la Iglesia nos propone la Palabra como uno de los centros irrenunciables en nuestra vida. Por eso, traemos a la memoria algo de esa Palabra, unos versículos que tienen un marco encantador, lleno de poesía y esperanza, que apunta a un Dios con un corazón tan grande que ni nos lo imaginamos:
“Si volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él, él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro. Veréis lo que hará con vosotros, le daréis gracias a boca llena, bendeciréis al Señor de la justicia y ensalzaréis al rey de los siglos” (Tb 13,6-7).
Pero para eso, hay que volver el corazón a Él. Y ciertamente, estas palabras nos hablan de conversión, algo en lo que se nos va a insistir constantemente en estos días. Es el principio de todo, y no en vano son las primeras palabras que aparecen en el evangelio de Mc, pronunciadas por Jesús:
“Ya está, el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en la Buena noticia”.
Sí, esta es la dinámica, primero darle la vuelta al corazón, volverlo del revés, como darle la vuelta al calcetín, y después creer, porque es imposible entrar en lo que supone el Reino que anuncia Jesús, sin ese cambio del corazón, sin la experiencia previa de un Dios que se hace cercano, sin la experiencia de un nuevo modo de acercarnos a personas, situaciones y realidades propias y ajenas.
A veces nos preguntamos cómo me va a cambiar Dios el corazón. Nos decimos “llevo ya muchos años, cuando echo la mirada atrás, apenas me veo transformado, mi corazón sigue un poco como siempre, en sus cosas, en sus miedos, en sus cerrazones, en sus incapacidades para amar y abrirse, creo que ya no tengo remedio”.
Y sin embargo el Miércoles de Ceniza oímos unas palabras que contrastan con nuestro tirar la toalla:
“En tiempo favorable te escuché, y en el día de salvación te ayudé. Mirad, ahora es el momento favorable, mirad, ahora es el día de salvación” (2Co 6,1-2).
Ahora es todo momento, todos los días. Es invitación a trabajar por darle la vuelta al corazón, sin decirnos “ya no es tiempo para mí, el evangelio no traspasará mi mente nunca”, tampoco “ya me convertiré mañana, o el año que viene”. No, es AHORA, HOY, AQUÍ, EN ESTE DÍA cuando Dios nos ofrece el cambio del corazón. Nuestro trabajo es dejarnos hacer, dejarnos re-crear, y ser conscientes de que Él lo aprovecha todo para dar esa vuelta a nuestro corazón, para colarse en él al menor resquicio que le dejemos. No en vano, contamos con su promesa: si nos dejamos, vamos a sorprendernos de lo que HOY YA puede hacer con nosotras y nosotros, entonces le daremos gracias a boca llena, tal y como nos dicen esos versículos de Tobías.
Y es que Él nos cambia el corazón donde menos lo esperábamos.
Feodor Dostoievski, fue condenado a varios años de trabajos forzados en un campo de trabajo de Siberia. Fueron años durísimos, donde un hombre de ciudad, delicado, intelectual, pensador y persona de gran penetración psicológica, se encontró un mundo de hombres y mujeres embrutecidos, muchos de ellos asesinos con corazón aparentemente de piedra, maltratados y animalizados por los trabajos forzados. Cuando salió de aquél campo de trabajo en Siberia le escribe a su hermano Mijail:
"En los trabajos forzados terminé por encontrar hombres, hombres verdaderos, caracteres profundos, poderosos y bellos. Oro bajo la basura".
En otra carta le escribe esto:
"No estoy abatido. No me he desanimado, la vida es vida en todas partes, la vida está en nosotros y no en el mundo que nos rodea. Cerca de mí habrá seres humanos y ser un ser humano entre los seres humanos, y serlo para siempre, sean cuales fueren las circunstancias, no desfallecer, no caer, en esto consiste la vida, el verdadero sentido de la vida. Lo he comprendido. Esta idea me ha penetrado en la carne, en la sangre".
Uno se pregunta qué es lo que pasó desde que Dostoievski entró en aquella prisión y el momento de su liberación. La respuesta es simple y compleja a la vez: hubo en él un cambio del corazón, que propició una nueva mirada hacia aquellos seres humanos, en superficie basura, en lo hondo, oro. Y que le hace gritar que lo más hermoso y plenificante en la vida es ser “humano entre otros seres humanos”.
Hasta que se le dio ese descubrir el oro bajo la basura, hubo historia silenciosa de conversión, pero lo más inesperado es que se le dio lo más precioso de la vida en un campo de trabajos forzados; seguramente, de haber seguido su vida en San Petersburgo, nunca se hubiera dado ese cambio del corazón. La conversión le vino desde la vida truncada y desde la mirada a otras muchas vidas truncadas y deshechas. Somos convertidos donde menos nos lo esperamos. Aprovechemos el cada día de esta Cuaresma, de esta nuestra vida porque donde menos me lo espero, se me dará La Vida, precisamente porque “ahora es el momento favorable, mirad, ahora es el día de salvación”.