La Iglesia es algo vivo. Y como todas las cosas vivas, va transformándose. En este proceso de cambio puede encontrar dificultades, pero no olvida nunca su identidad evangelizadora. La renovación de la Iglesia, nos dice el Santo Padre, está guiada por el Espíritu Santo y empieza “con una reforma de nosotros mismos. Sin ideas prefabricadas, sin prejuicios ideológicos, sin rigideces”. Unámonos al sueño de Francisco de una Iglesia con “una opción aún más misionera, que salga al encuentro del otro sin proselitismo y que transforme todas sus estructuras para la evangelización del mundo actual”.
Si compartes este sueño, comparte el mensaje del Papa con todos los que quieren avanzar por el camino que él nos muestra.
“La vocación propia de la Iglesia es evangelizar, que no es hacer proselitismo, no. La vocación es evangelizar, más aún, la identidad de la Iglesia es evangelizar.
Solo podremos renovar la Iglesia desde el discernimiento de la voluntad de Dios en nuestra vida diaria. Y emprendiendo una transformación guiados por el Espíritu Santo. Nuestra propia reforma como personas, esa es la transformación. Dejar que el Espíritu Santo, que es el don de Dios en nuestros corazones, nos recuerde lo que Jesús enseñó y nos ayude a ponerlo en práctica.
Empecemos reformando la Iglesia con una reforma de nosotros mismos. Sin ideas prefabricadas, sin prejuicios ideológicos, sin rigideces sino avanzando a partir de una experiencia espiritual, una experiencia de oración, una experiencia de caridad, una experiencia de servicio.
Sueño con una opción aún más misionera, que salga al encuentro del otro sin proselitismo y que transforme todas sus estructuras para la evangelización del mundo actual.
Recordemos que la Iglesia siempre tiene dificultades, siempre tiene crisis, porque está viva. Las cosas vivas entran en crisis. Solo los muertos no entran en crisis.
Recemos por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gracia y la fuerza para reformarse a la luz del Evangelio”.
Papa Francisco