Evangelio del día: «Vi a Jesús, lleno de la alegría del Espíritu Santo». Lc10,21-24

Evangelio comentado 17 abril

Lee la Palabra de Dios y tómate un tiempo para meditarla. ¡Feliz lectura!

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Comentario por Luis, seminarista

“Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea, allí lo verán”. Este es el mensaje que da el Ángel a las santas mujeres que han encontrado el sepulcro vacío, y que se concretiza con esta aparición a los discípulos. Lo primero que llama la atención es la forma en cómo después de la muerte y resurrección del Señor, los discípulos se mantenían juntos, en comunidad, siendo ya imagen de la Iglesia. Es estando juntos cuando Pedro tiene la iniciativa de ir a pescar y con él, el resto de sus compañeros, que se animan y le acompañan, como en nuestros días es necesario ir de pesca y dejar que en nosotros se cumpla la promesa del Señor “los haré pescadores de hombres” y así poder anunciar el inmenso amor que nos tiene, aún en esta situación tan complicada que el mundo está viviendo.

Dice el evangelio que durante esa noche no pescaron nada, pero que al amanecer estaba Jesús a la orilla esperándolos en medio de la posible frustración por no haber conseguido nada, como nos puede pasar a nosotros, y les dice: “Echad la red a la derecha y encontraréis “, y ellos obedecieron. Esta obediencia es vital para los que quieran seguirle, porque es después de esto que no podremos arrastrar las redes por la gran cantidad de peces, ya que es después de obedecer cuando Jesús convirtió aquellas tinajas de agua, destinadas a la purificación de los judíos, en vino nuevo. Ya decían los Padres de la Iglesia: “el que obedece no se equivoca” y este simple acto de hacer lo que Él nos diga, nos salva y nos hace ver como pone orden en nuestras vidas, nos permite experimentar su amor y providencia, como estos pobres hombres, que al bajar encuentran todo listo para comer el fruto de su pesca, para disfrutar de Él, al lado de su Señor.

Esta obediencia en medio del sinsentido que tenemos en nuestras vidas, hace que podamos tener un experiencia cercana con Dios, que experimentemos su presencia en todo, incluso en el aislamiento, donde nos está dando la oportunidad de valorar todo lo que nos da: la vida, la familia, los amigos, el sol, la iglesia, el simple hecho de salir a andar, cosas que en el día a día no contemplamos como importantes, y que ahora anhelamos. Es en ese momento en el que no conseguimos lo que deseamos cuando aparece el Señor resucitado, y nos invita a tirar las redes, a decirle a todos como tú has experimentado el amor de Dios, en el hijo que te llama todos los días, en el vecino que te ayuda con las compras, en el sol que entra por tu ventana, y así poder expresar éste profundo sentido de agradecimiento que sentimos hacia el Padre por todo su amor, porque nos cuida. Él nos prepara un banquete para que disfrutemos y descansemos a sus pies en los momentos en los, que aunque no lo reconozcamos, sabemos que está allí cuidando de nosotros y tendiéndonos una mano para sacarnos de nuestros problemas y sufrimientos, porque nos dice: “con misericordia eterna te quiero”, no tengas miedo que yo he resucitado y ya he vencido la muerte por ti, te espero en Galilea, desde donde nos envía a echar las redes, a anunciar a las naciones su eterno amor con nosotros.

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