Evangelio del día: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Jn6,52-59

Evangelio comentado 3 abril

Lee la Palabra de Dios y tómate un tiempo para meditarla. ¡Feliz lectura!

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».

Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.

Comentario por Asier López de Arkaute 

El evangelista Juan nos presenta en este texto el enésimo conflicto entre Jesús y los judíos cumplidores estrictos de la ley. Cuántas trifulcas tuvo con ellos a cuenta del incumplimiento, por parte de Jesús y de sus discípulos, de la ley judía. En este caso es por una acusación de blasfemia, pero también las tuvo por curar enfermos o por arrancar espigas en Sabbath.

Un buen amigo mío, religioso corazonista, siempre nos decía : “Qué suerte hemos tenido los cristianos con la venida de Jesús, que abolió los 613 preceptos religiosos del judaismo y los sustituyó por dos: amar a Dios y al prójimo”. Esos preceptos, en lugar de ayudar a los fieles a acercarse a Dios, más bien eran obligaciones asfixiantes que podían desviar a los hombres y mujeres del verdadero objetivo de los mismos, que es la vivencia de un Dios cercano.

Hoy en día, los cristianos corremos el mismo riesgo que aquellos cumplidores estrictos de la ley.  ¿Somos nosotros iguales que esos judíos que le echaban en cara a Jesús el incumplimiento de las normas? ¿Nos aplicamos hasta el último punto y coma de los preceptos de la Iglesia pero luego nos olvidamos de lo que Jesús subrayó como esencial? ¿Somos de los de “a Dios rogando pero con el mazo dando”?

Estas trágicas semanas de confinamiento por la pandemia del coronavirus pueden servirnos como interpelación. ¿Qué es lo esencial, el núcleo de nuestra fe cristiana? ¿Me he dejado “seducir” por el cumplimiento de normas y he reducido al mínimo mi relación directa, cara a cara, con el Padre?

Quiero destacar una frase del Evangelio de hoy: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”. 

En estos días de zozobra, de temor por las consecuencias del virus que azota a nuestra sociedad, apostamos,más que nunca, por las obras del Padre. En este pasaje, Jesús pide que la gente crea en esas acciones que provenían del Padre a través del Hijo.

Hoy, el Padre sigue manifestándose con obras. Y nos usa a todos nosotros como mediadores. En mi campo profesional, el sanitario, veo, cada día, en esta crisis, a muchos profesionales que se desviven por los enfermos, que son instrumentos del Padre a través de horas de dedicación, de miradas tiernas, de amor por el prójimo... Y, lo mismo que en el campo sanitario, en tantísimos campos profesionales.

Quedémonos con este mensaje de esperanza: Dios Padre Bueno sigue actuando a través de nosotros. Somos sus pies y sus manos. ¡Ánimo, a continuar con su obra!

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