Evangelio del día: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Jn6,52-59

Evangelio comentado 6 abril

Lee la Palabra de Dios y tómate un tiempo para meditarla. ¡Feliz lectura!

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».

Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo:

«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.

Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Comentario por Luis Fernando Corcuera

Iniciamos la Semana Santa, un momento especial de Revelación de Jesús, que, en el Evangelio de Juan de hoy, va enmarcado en el contexto de la fiesta de la Pascua Judía. Seis días antes, Jesús se acerca a Betania, a la casa de Marta, María y Lázaro, que le invitan a una cena. El encuentro de Jesús alrededor de una comida marca hitos importantes de su vida y del Evangelio de Juan. La 1ª parte, jalonada por las Bodas de Caná y la cena de Betania; la 2ª, por la Última Cena y el desayuno a orillas del Lago de Tiberíades, en torno a un fuego encendido y unas brasas.

Iniciamos también la cuarta semana del confinamiento oficial con motivo del Covid-19. No nos olvidamos del tiempo –meses, años– de reclusión, encerramiento, hacinamiento, explotación, paro, olvido, etc. que llevan a sus espaldas, según los casos, migrantes y refugiados en campos y fronteras, víctimas de la trata, trabajadores, trabajadoras y cuidadoras del hogar, ancianos, etc. Honramos la memoria de los fallecidos: por Covid-19 y otras enfermedades, por violencias y guerras, por su Fe y sus creencias, asfixiados en contenedores, ahogados en el Mediterráneo, maltratados, etc.

Entre muchas sensaciones y experiencias de dolor, inquietud, agobio, angustia, tristeza, desesperación, aislamiento, solidaridad, alegría, esperanza, lucha, … en nuestro interior se van entretejiendo y amontonando un cúmulo de sentimientos y preguntas. Sentimientos fuertes, como el miedo o la impotencia. Preguntas, desde ¿dónde está Dios?, hasta, ¿cómo saldremos de esta? o ¿qué será después de esto? Sentimientos y preguntas del calado de los que expresaron en su época Marta y María al mismo Jesús.

En esta coyuntura, Jesús, se acerca a nosotros, como lo hizo en Betania. Allí, en el momento más importante de su vida, fue al encuentro de unos amigos, en su casa, en familia. Un signo cargado de intimidad y de amor. Hoy y aquí, viene a nuestro encuentro, en medio de tanto sufrimiento y realidades de dolor y muerte, que Él quiere aliviar y resucitar, y lo hace en nuestras casas, en el seno de cada familia o en clima familiar. Esta Semana Santa y esta Pascua de 2020 nos ofrece la ocasión de vivirla más en familia que nunca. ¡Quién lo iba a decir! ¿No será un “signo de los tiempos” para nosotros y nuestra época, cargado igualmente de un amor inmenso por redescubrir, recrear y revivir?

Este signo de Jesús nos brinda la oportunidad de acogerle con calor de hogar. Como lo hicieron Marta, María y Lázaro, los novios de Caná, los Apóstoles y Discípulos, la muchedumbre... Quiere acompañarnos, ayudarnos a superar miedos, ofrecernos una perspectiva nueva para responder a nuestras inquietudes, y acompasar nuestro camino, también en la aurora del futuro que se otea. ¿Qué le podemos ofrecer, como acogida?

Los gestos de Betania, se viven en ambiente de hospitalidad, de comida, de fiesta. (vv. 2-3) Cada cual, saca y ofrece lo mejor. Marta, sirve la mesa. Lázaro, acompaña a Jesús en la mesa. María, le unge, a la sombra de la mesa. Jesús brinda su valentía, su entereza, su amor, su riesgo, su tiempo, ... su dejarse querer. ¡Qué pretexto tenemos las familias para entregarnos lo mejor en este tiempo que se nos regala, alrededor de tantas mesas: la de la comida, la del trabajo, la de la diversión, la del duelo y la de la fiesta! Merece la pena acoger a Jesús, y sacar lo mejor de cada uno, en familia y desde ella. Y dedicárnoslo también, a la gran Familia Humana en la travesía común de este desierto, y en la nueva era que llega. 

“Y la casa se llenó de la fragancia del perfume” (v.3), del amor de la unción y de la ternura del cariño. De las manos de María, traemos la esencia de tantos gestos de solidaridad, amor y mimo que se están viviendo en estos días con gran hondura y calidad humana, profesional y espiritual, el aroma de tantas y tantas personas, dándose a los pies de los enfermos, de los mayores, de los más vulnerables y necesitados. ¡Que nuestras casas se llenen de este perfume! ¡No lo guardemos o tergiversemos como nuevos Judas! ¡Que, al abrir las ventanas para que entre el aire y el sol, o para aplaudir, salga e inunde nuestras calles y la sociedad toda, la frescura de los bálsamos de esta nueva primavera!

“Muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús”. (v.11) ¡Qué hora para el reencuentro, también, con Dios! ¡Para confirmar o renovar la Fe! ¡Qué motivo para ser instrumentos, que lo somos, de la misericordia y de la vida de Dios para los demás, desde las experiencias de vulnerabilidad y potencialidad, al mismo tiempo! ¿No se nos está invitando a tomar decisiones firmes en la vida, y reorientar el rumbo desde las raíces profundas del amor y la verdadera fraternidad que no nace de un virus, sino del mismo Dios, esencia del ser humano? ¡Qué noche tan dichosa! ¡Esta noche de Gracia!

Vivamos la Semana Santa, pensando, escuchando, sintiendo y acogiendo todo lo que fortalece nuestro interior, nuestras relaciones, y las respuestas que nos llegan, aun sin buscarlo, antes de que pase este tiempo y corramos el riesgo de que se nos olvide todo lo bueno, grande y rico que están generando el calor de hogar y el encuentro, con nosotros mismos, con nuestras familias y otras familias, con Dios.

Cuando pase esta “crisis” y esta experiencia semi-monástica, y venzamos al Covid-19 ó aprendamos a convivir con él de otra manera, ¿qué nos quedará de todo ello?, ¿en qué sociedad creeremos?, ¿por qué familia apostaremos?, ¿cómo será nuestra Fe en Dios y en la persona?, ¿qué cambiaremos, para qué, hacia dónde, con quién?, ¿habremos encontrado motivos para salvarnos sin excepción, hombres y mujeres de todas las Religiones, y también la Naturaleza?, ¿habremos resucitado? Rastreemos las experiencias, los signos de ternura, los sentimientos, las preguntas, los miedos, … todo. Busquemos sin descanso al que vive, al Resucitado. La “corona de la vida” nos espera (Santiago 1,12). Desde ya, ¡Feliz Pascua de Resurrección a todas y todos!

 

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