Evangelio del día: «Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Mc16,15-20

¡Gracias por dejarnos acompañaros!

Me ha parecido conveniente empezar esta carta con un gran ¡GRACIAS! En la carta anterior os decía que, como Servicio del Laicado, sentíamos que era tiempo de acercarnos a las comunidades y establecer lazos que nos ayudaran a realizar mejor nuestra tarea como servicio. Así que ni cortos ni perezosos, y como por algún lado había que empezar, nos auto invitamos a disfrutar con las laicas/os y los sacerdotes de consejos parroquiales de los distintos arciprestazgos, de un rato tranquilo de oración y charla. A pesar del gran esfuerzo que ya está suponiendo lo relativo al Sínodo, algunas de vosotras habéis podido acogernos. Y lo compartido hasta ahora ha sido una gozada.

Nos ha reforzado en la idea de que el conocimiento y acompañamiento mutuo, entre personas, entre grupos, es sin duda una buena base para hacer comunidad y replantearnos cómo estamos atendiendo la Misión. Tal y como también se está viendo en los discernimientos comunitarios de los equipos sinodales.

Siguiendo con las invitaciones, y en atención a lo que como servicio diocesano podemos hacer para seguir acompañándoos, os animo a participar en el Encuentro del Laicado el día 12 de marzo. Al igual que el año pasado será en doble modalidad: presencial y online. Este año lleva por título 'Laicas y laicos formados para evangelizar'.

El papa Francisco proclama a laicas y laicos discípulos misioneros.

«Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores cualificados donde el resto del pueblo fiel fuera solo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en llamada dirigida a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia de amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos “discípulos” y “misioneros”, sino que somos, siempre, “discípulos misioneros”» (EG, n. 120)

Así que parece que la formación (o su falta) no ha de ser la excusa para no ejercitarnos en la Evangelización.

Entonces, ¿por qué planteamos tratar este tema en nuestro encuentro anual?

Porque si bien la falta o lo inconcluso de nuestra formación no deben servir de excusa para ejercitarnos en la Evangelización, qué duda cabe que formarnos nos ayudará. Pero ¿tenemos necesidad de formarnos? ¿Y cómo ha de ser esa formación? ¿Y para qué?

Adelantándome a lo que ha de ser un discernimiento que hagamos juntos en el encuentro y con posterioridad a él, una primera razón, podría situarla en los retos que se nos plantean, tanto a nivel social como eclesial. Tenemos que afrontar y contrastar las nuevas formas de entender y vivir la existencia, los valores, actitudes y comportamientos que se van desarrollando en nuestra Sociedad. La tremenda complejidad de esta, va demandando de cada uno de nosotros y de nosotras una mayor incidencia en nuestra presencia y en nuestro quehacer evangelizador. Ello exige también un cambio cualitativo en nuestra formación.

Una segunda razón podría ser ganar confianza en nosotros mismos como agentes evangelizadores. Compartiendo con distinta gente acerca de los grupos sinodales, algunas personas mostraban su buena disposición a participar en ellos, pero manifestaban dudas acerca de su propia valía. Se sentían dubitativas, con “poco conocimiento como para opinar”.

Y esto no parece ser un sentir de unos pocos. Según el auto examen que refleja el Instrumentum laboris del Congreso de Laicos de 2020, los laicos y laicas reconocen que necesitan mejorar la formación.

Y, sin embargo, cuando se nos pregunta directamente a laicas y laicos sobre qué formación necesitamos y cómo nos gustaría que esta fuera, muchas veces lo que se recibe es… silencio. ¿No sabemos expresar nuestra necesidad o no nos hemos puesto a meditar sobre ello?

Así pues, lanzadas quedan invitación y tema. Esperamos que os pique el gusanillo de la curiosidad, que según dicen es la madre de todas las ciencias y es motor del aprendizaje.

Mª José Rodríguez
Delegada del Servicio Diocesano del Laicado

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