Homilía del Obispo de Vitoria en la Misa Pontifical por el día de la Virgen Blanca
En el día grande de las fiestas, festividad de la Virgen Blanca, el Obispo ha presidido la Misa Pontifical en la Iglesia de San Miguel, donde se encuentra la Capilla con la imagen de la patrona de Vitoria. La eucaristía ha comenzado a las 10:30h y ha estado precedida por el madrugador Rosario de la Aurora a las 07:00h con las primera luces del día y tras la misa popular en la Plaza de la Virgen Blanca a las 08:00h. El alcalde Gorka Urtaran y el diputado general Ramiro González han encabezado la delegación institucional junto a otras autoridades civiles, militares y culturales de la ciudad además de las diferentes juntas de Cofradías y Hospitalidades.
Ayer en las vísperas de la Virgen Blanca nos fijábamos en la centralidad de esta mujer, la madre del Señor, y en su alegría. «Alégrate llena de gracia. El Señor está contigo». Hoy nos fijamos en la dificultad de su misión y en las tensiones que implica.
La contestación de Jesús al «No tienen vino» de su madre, no deja lugar a dudas: «Mujer, ¿qué tengo que ver yo contigo? Todavía no ha llegado mi hora». La tensión se masca. Igual que cuando le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo». Contestó Jesús: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Jesús pone cierta distancia de su familia privilegiando la comunidad.
María deberá recorrer ese camino de discipulado. Y lo hace desde el principio: «Cómo será eso pues no conozco varón?» Solo dará su sí después de saber que era cosa del Espíritu Santo: Amén, contestará.
A su reproche: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados», Él contestó con brusquedad, como todo adolescente: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Como ante la visita de los pastores en Belén, «su madre conservaba todo esto en su corazón». Es la actitud más inteligente: 'simbalein', recoger lo que está disperso, lo que está lanzado. Eso es discernir: pasar por el corazón todo lo que ocurre y... decidir. María es peregrina en la fe.
En María es muy claro: seguir al Señor, tratar de entenderle, actuar en consecuencia, supone tensión, conflicto y problemas. Ser cristiano no es simple y supone afrontar la duda, la perplejidad, muchas dificultades y zancadillas. Ser cristiano es habitualmente contracultural. Ser persona es también asumir la tensión y el conflicto como condición de crecimiento. María es maestra en el arte del discernimiento. El Papa Francisco lo dice muy bien: "Es una madre que lleva al hijo no siempre sobre el camino 'seguro', porque de esta manera no puede crecer. Pero tampoco solamente sobre el riesgo, porque es peligroso. Una madre sabe equilibrar estas cosas. Una vida sin retos no existe y un chico o una chica que no sepa afrontarlos poniéndose en juego ¡no tiene columna vertebral!". Riesgo y seguridad, normalidad y excepcionalidad.
Le encomendamos a la Virgen Blanca la gestión de algunas tensiones que podemos vivir como aniquilación o crecimiento: La conciliación laboral y familiar: hija, esposa y madre, le pedimos luz para acertar en nuestras decisiones y prioridades de manera que no vivamos para trabajar sino que trabajemos para vivir favoreciendo un adecuado crecimiento personal y familiar. Las necesidades de los más vulnerables y nuestro bienestar: dar hasta que duela era la medida de Madre Teresa de Calcuta. La dificultad enorme de nuestros inmigrantes para encontrar vivienda contrasta con tantas viviendas cerradas y sin uso tantos años. Los distintos intereses de nuestros partidos políticos y la necesidad de llegar a acuerdos por el bien de los ciudadanos y por derechos que pueden ser conculcados sistemáticamente en las personas económicamente más débiles. La comunión en la Iglesia integrando todos los carismas y sensibilidades sin caer en opciones excluyentes que impiden una propuesta evangelizadora rica y profunda.
La fe cristiana que tiene que cuajar en una vida comunitaria al ritmo de los sacramentos. Difícilmente crecemos en la fe y en la adhesión al Señor sin la Eucaristía dominical, la lectura de la Palabra, la confesión, la oración habitual o la caridad. No hay pues creyentes no practicantes.
Virgen Blanca, patrona de Vitoria-Gasteiz, en cuanto nos descuidamos la vida, con su rutina, se nos convierte en agua insípida. Ayuda a tu Hijo a que la transforme en vino de fiesta y de boda. En fiestas estamos más propensos a colaborar juntos para que así sea. Que las tensiones y conflictos los podamos vivir como oportunidades de crecimiento y de mejora personal y comunitaria. Que tensiones y conflictos saquen lo mejor y no lo peor de nosotros mismos.
¡Viva la Virgen Blanca! Gora Andra Mari Zuria!
+ Juan Carlos Elizalde
Obispo de Vitoria
Vitoria-Gasteiz, 5 de agosto de 2019