Evangelio del día: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Jn6,52-59

Las familias de la diócesis celebran el Jubileo

En la fiesta de la Sagrada Familia, el pasado domingo 30 de diciembre, decenas de familias de la diócesis de Vitoria participaron en el Jubileo de las Familias convocado en el marco del Año Jubilar Mariano. Pequeños y mayores llenaron la nave central y parte de las laterales en una soleada mañana invernal. Antes de la eucaristía, que estuvo presidida por el Obispo, Don Juan Carlos Elizalde, un grupo de familias participó en la visita guiada promovida por la diócesis “El arte al servicio de la Fe en el Año Jubilar Mariano”, que se desarrollan los sábados y domingos, previa cita, como preparación a las celebraciones de las eucaristías jubilares.

La celebración fue animada por el coro Mara-Mara, compuesto por varias familias, que este año celebran su 20 aniversario. A ellos se unieron algunos niños y niñas para acompañar con panderetas y animar a todos los presentes a cantar villancicos.

Al comenzar la homilía, el Obispo quiso agradecer y presentar a todas y cada una de las familias que se hicieron presentes, también a la gran familia que es la diócesis. También encomendó especialmente la tarea que realiza la delegación de pastoral familiar, la que realizan las parroquias de la diócesis y la del grupo de familias de Arkaia que precisamente en esa celebración finalizaban los días de convivencia diocesana “Juntos en Navidad”.

A continuación , Don Juan Carlos puso en primer plano a la Sagrada Familia –Jesús, José y María– como referencia para todas las familias de la diócesis. María, llena de gracia y desbordada también por los acontecimientos pronuncia el Amén: “Hágase en mí según tu palabra” y de todo lo vivido tras el nacimiento de su Hijo “María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”. El Obispo recordaba la receptividad de las mujeres presas en el Centro Penitenciario, con quienes celebró la eucaristía en el día de Nochebuena: “me emocionaba cuando les anunciaba el nacimiento del Señor: se te regala un amigo y compañero para toda la vida. Aquellas mujeres –algunas de ellas madres– , en soledad forzada, entendían muy bien que ese Niño que nace es para tí y para mí. Que en adelante se acabaron las soledades. En cada familia esta buena noticia es luz que llena el horizonte. Todos los que estamos aquí tenemos un popurrí de cosas increíbles en el corazón: miedos, contradicciones… ¿quién tiene el corazón entero? Quizá los niños si, pero los adultos andamos con el corazón roto y lleno de conflictos. La eucaristía es el momento ideal para recoger todo lo que pasa en casa, pasarlos por el corazón y decir, como María, Amen: Hágase”.

También propuso la figura de José como modelo. Custodio de la Sagrada Familia, es grande por la vida de las personas que se le confían: la Virgen y el Niño. José escucha al Señor en los momentos de dificultad , dando vueltas a un conflicto que no sabe cómo solucionar, y cuando ya había decidido repudiar a María en secreto, el Señor le habla en sueños y le dice que no ha de temer, pues lo que lleva María en su interior es obra del Espíritu Santo. Del mismo modo le habla en sueños antes de la huida a Egipto. “¿Tienes alguna situación que no sabes manejar? Es momento de abandonarse en el Señor para escuchar su voz. En las familias nosotros somos grandes por las vidas que acompañamos y ayudamos a crecer. Olvidados de nosotros, podemos dar la talla que el Señor sueña para cada uno” – explicaba Monseñor Elizalde.

El Evangelio del día, que relataba el episodio del Niño Jesús perdido en el Templo, fue también objeto de reflexión en la homilía: “La escena es impresionante. Es la primera regañina de María al Niño, pero Jesús le responde que debe hacer la voluntad del Padre. “La verdadera sabiduría es hacer la voluntad de Dios. Atinar con la voluntad de Dios, con la misión que Dios tiene para tí como persona, como miembro de la familia, como familia… Y la tentación del proyecto es buscar culpables al sufrimiento. En la escena del templo, todos sufren: María, José y el Niño… pero nadie tiene la culpa. Nos envenenamos cuando buscamos culpables. Cuando callamos y amamos… lo hemos leído, “El Niño crecía en sabiduría y gracia” . Cuando falta proyecto solamente nos miramos a nosotros mismos y nos amargamos. La pareja solo sale adelante si existe un proyecto.

El proyecto tira de tí y de tu familia. El jubileo de las familias actualiza ese proyecto familiar. En cada eucaristía y en cada sacramento el proyecto se actualiza. Todos los proyectos y todo las vocaciones tiene que actualizarse. En el día del seminario hice una llamada a todos los jóvenes de la diócesis. Dios llama a todos, tiene un proyecto para los jóvenes, cada uno tendrá que ver si es al sacerdocio. Pero la llamada del Señor no es una carga, sino un regalo” – insistió Don Juan Carlos.

Tras la Comunión, la eucaristía tuvo el broche de oro en la acción de gracias, con el testimonio vocacional de la Hermana Inma, de las Misioneras de la Caridad, congregación creada por SantaTeresa de Calcuta. La hermana Inma es la segunda de cinco hermanos de una familia madrileña, con la que había acudido a Vitoria a ganar el Jubileo. Relató que cuando era estudiante de medicina sintió en su corazón la llamada de Dios y que con la ayuda de su familia y de sacerdotes, como Don Juan Carlos, fue completando un discernimiento. Precisamente en unos Ejercicios con el ahora Obispo de nuestra diócesis, oraron con el texto de la aparición de Jesús a sus discípulos en la barca : “Soy yo, no tengas miedo”. Y descubrió que es en las situaciones de nuestra vida, cuando tenemos miedo, es cuando el Señor aparece. Al finalizar la carrera de medicina entró en las Misioneras de la Caridad, a las que ya conocía . Ha pasado cinco años en Etiopía, al servicio de los más pobres entre los pobres. “El Señor me ha dado muchos regalos en la vida, pero el más grande es la vocación. Parece que el Señor te lo pide todo y que tienes que dejar todo para seguirle. pero no es así: tu le das un poco y el Señor llena tu corazón y nunca te deja. El Señor todo lo transforma para bien. Rezo para que sepáis abrir el corazón para recibir lo que el Señor quiere darnos y os pido para que recéis por mí, por mi familia y por mis hermanas”, concluyó la Hermana Inma. Tras su intervención, un sincero aplauso de todos los participantes en la celebración, la bendición del Obispo y, como es habitual en Navidad, el beso al Niño Jesús como despedida.

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