Evangelio del día: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Jn6,52-59

Navidad — Acoger el misterio de Dios hecho ser humano

En la tarde del 28 de Noviembre de 1943, primer domingo de Adviento de aquel año, en Tegel, Dietrich Bonhoeffer escribe a sus padres:

La Natividad de Altdorfer, donde puede verse a la Sagrada Familia junto al pesebre bajo las ruinas de una casa derrumbada —¿cómo se le ocurrió cuatrocientos años atrás representar el nacimiento de esta forma tan contraria a toda la tradición?— es ahora para nosotros de una especial actualidad. Quizás quería decirnos que también de esta manera se puede y debe celebrar la Navidad. En todo caso, esto es lo que nos dice.

Albrecht Altdorfer - Natividad
Albrecht Altdorfer - Natividad

Bonhoeffer siempre fue un agudo observador, alguien que en muchas ocasiones captó algo del misterio de Dios y de Jesús a través del arte. Y en esta ocasión llama la atención cómo acertó a acercarse al misterio de la encarnación desde este óleo del alemán Albrecht Altdorfer.

En esencia pintor e intérprete captaron algo de la normalidad de Dios: Jesús, el Emmanuel, el Dios-con-nosotros nació como nacen dos terceras partes de la humanidad, de modo pobre, muchas veces entre ruinas. Jesús acunado más por el calor humano de sus padres que por la frialdad de lo inhumano de esas paredes y ese techo medio derrumbado. Sí, normalidad, por eso mismo misterio.

La pintura de Altdorfer tenía mucho que ver con la situación de sufrimiento y cárcel que sufría Bonhoeffer. Penetró en esa Navidad porque sentía íntimamente cercano a este niño, porque sufría y agradecía el gesto de un Dios que se acerca a las ruinas, que es Dios-con-nosotros ante todo en los lugares de techumbre derrumbada y muros cayéndose a pedazos.

Esta imagen y esta experiencia de Bonhoeffer no son otra cosa que las escenas y Palabras que leeremos y oraremos estos días en nuestras familias y celebraciones litúrgicas: puede ser una Palabra a dejar que cale en nuestros corazones: acoger el misterio de este Dios hecho ser humano, profundamente humano, y para adentrarse en ello quizás sea necesario acercarse y tocar muros derruidos y techumbres caídas, intemperies que constantemente nos rodean en lo cotidiano.

Esta fue la opción de Jesús en su vida, porque intuyó y supo como nadie que ésta es la puerta de entrada al despliegue del Reino. Su encarnación no terminó en aquella casa destartalada y ruinosa tocada por Él: como en la escena de la viuda de Naín, saldrá de ese grupo protector que lo rodea, hablará con la viuda, le invitará a dejar de llorar y tocará el féretro de su hijo. Siempre vivirá el reto de la encarnación, tocar lo más pobre y lo más humano, lo más normal de nuestras vidas.

En la pintura de Altdorfer el niño irradia luz y la luna brilla esplendorosa en el cielo. Esta es la otra cara del nacimiento tan "normal" de Jesús. Los muros derruidos y el techo desvencijado, los rostros de José y María quedan iluminados por la luz que irradia este niño Jesús. La luna brilla esplendorosa en el cielo. Y es que Él es salvador, plenificador, restaurador y resucitador ya aquí, en lo más escondido, en las ruinas. Sobre todo, María tiene los ojos bien abiertos, mira fijamente a este niño, percibe su luz y permanece así: su luz convierte esas ruinas en algo nuevo, ese frío de la noche en luz cálida, ese espacio inhumano en espacio de profunda humanidad. María y José miran a este niño que es Dios fiándose de las manos del ser humano: ya no es sólo Dios quien nos cuida, sino que nosotros cuidamos a Dios. Ya no es Él sólo quien abraza, sino que Él busca el abrazo cálido de su madre ¿hay algo más humano y más divino? Como María y José se nos propone abrir los ojos, mirar largo rato Jesús, acunarlo en quien tengo cerca y sufre y experimentar la transformación de las ruinas en lugar acogedor ¿hay algo más humano y más divino? Él sigue creando y re-creando con su Palabra y su presencia para siempre en medio de nuestras vidas, propiciando acogidas, abrazos, ternura.

En el Adviento ha resonado una y otra vez esa invitación:

¡Mirad a vuestro Dios que viene en persona!

Is 35

Ahora es tiempo de adentrarse en ese "mirar": mirar los granos de mostaza de los que surge la vida, tocar lo humano como Él lo tocó, a su estilo, con nuestras manos, que son Sus manos.

¡Feliz Navidad, feliz encarnación, feliz nueva humanidad!

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