No hay distancia que nos separe mientras haya un cielo que nos una
“No hay distancia que nos separe mientras haya un cielo que nos una”. Esta fue una de las últimas frases que se escucharon ayer en el Encuentro de Actualidad: “En primera persona: vivencias con personas que buscan refugio” que organizó el Servicio Diocesano de Laicado.
Iker Tapia, bombero y miembro de un equipo de salvamento marítimo ente Turquía y la isla griega de Chios; El matrimonio formado por Aurora San Vicente y Juan Ignacio Arce y la religiosa Vedruna Maria Luisa Solaun, hablaron de sus experiencias en el rescate en el mar; preparando comidas para miles de refugiados en Grecia y en los campos de refugiados en Sudán. La dureza de las experiencias y las situaciones de las que han sido testigos en primera persona no les impiden afirman que es posible construir un mundo mejor
Iker Tapia ofreció en su intervención, apoyada en fotografías, una explicación bastante pormenorizada de las condiciones del viaje de 6 millas que realizaban los refugiados entre Turquía y Grecia. Un viaje por el que las mafias cobran 1000 euros y que en los barcos turísticos cuesta realizar 30 euros. Las condiciones de inseguridad de los botes en los que se hacinan los que huyen – Tapia relató que fueron testigos de la muerte de un bebé que murió asfixiado en brazos de su madre por la aglomeración en uno de esos botes - les obligaban a actuar con mucha delicadeza en los rescates.
Lo primero que hacíamos al llegar a los botes con nuestra lancha era tranquilizarlos, a través de gestos, porque no nos entendían. Cualquier movimiento brusco puede hacer que el bote se hunda. Después indagar si alguno de ellos necesita asistencia médica urgente. Si era el caso, nos lo llevábamos en nuestra lancha rápidamente. Algunos compañeros, por este motivo, han sido acusados de tráfico de seres humanos por las autoridades
Al llegar a tierra firme, se les facilita ropa seca, algo de té caliente para beber, algo de comida… y llegan a los campos… “de concentración”, explica. “En los primeros meses del año, en los que yo estuve, había gente que moría en los campos de refugiados por falta de asistencia”. Tras describir otros detalles de su estancia allí, Iker concluyó diciendo “Decimos que son los refugiados quienes han cruzada la línea de la frontera. Y no es así: somos nosotros . Nosotros nos hemos pasado de la raya con nuestra actitud”.
Aurora San Vicente y Juan Ignacio Arce, acudieron en septiembre dentro de la sociedad gastronómica Zaporeak, de San Sebastián, como miembros de un equipo encargado de preparar comidas diariamente para 1500 personas en dos campos de refugiados de Chios. Miembros de la comunidad parroquial de San Juan, basaban su motivación en el seguimiento a la persona de Jesús de Nazaret. Explicaron, también apoyados en fotografías su día a día. “El trabajo estaba bien organizado, con un horario de 6 de la mañana a 4 de la tarde. Diariamente se preparaba y repartía comida para 1500 personas y miembros de los equipos de rescate que acudían a comer algo cuando tenían un hueco”. Hablaron de los contrastes en la isla de Chios, entre los Campos de Refugiados y las zonas más turísticas, y algunas actitudes de rechazo que se viven. “Ayer mismo miembros de Amanecer Dorado destruyeron varias tiendas de uno de los campos de refugiados con artefactos incendiarios. Así han quedado” – explicaba Juan Ignacio mostrando una foto.
Maria Luisa Solaun explicó su trabajo hace algunos años en Sudán, en campos de refugiados somalíes. “Hay 65 millones de refugiados en el mundo. Solo 3 o 4 millones de refugiados son los que están ahora mismo en nuestras fronteras de Europa. ¿Qué pasa con el resto? Están olvidados” – afirmaba Solaun. Hablaba también de los contrastes con las experiencias anteriores de la mesa redonda.
En Sudán es la ausencia de agua lo que provoca muerte”. Además de relatar las condiciones de vida de los campos africanos, quiso incidir en el trabajo por la inclusión de la mujer en los campos, donde vive absolutamente excluida y apartada: “pudimos conseguir que estuvieran presentes en las reuniones que se hacían periódicamente y de alguna manera responder a la necesidad y deseo que tenían de algo como aprender a escribir.
María Luisa relataba que su congregación, que trabajaba dentro del Servicio Jesuita a Refugiados, trabajaba junto con otras organizaciones protestantes, o voluntariado agnóstico o ateo, pero que allí todos vivían unidos en el empeño común por paliar, mitigar el terrible sufrimiento y por la dignidad humana de todas esas personas.
Pese a la crudeza de sus testimonios, todos los participantes de este encuentro coinciden en que es posible y necesario trabajar unidos para construir otro mundo. Maria Luisa lo quiso reflejar en una frase “No hay distancia que nos separe mientras haya un cielo que nos una”. Todos ellos siguen unidos y empeñados en esta tarea. Consideran que todos tenemos nuestras cotas de responsabilidad en estas situaciones. Junto a muchas otras personas pertenecen a la Plataforma Gasteiz Irekia, cuya única - aunque ambiciosa- pretensión es hacer de Vitoria Gasteiz una ciudad abierta y acogedora. Al finalizar sus intervenciones nos invitaron a participar en los actos que se lleven a cabo alrededor del 18 de diciembre, Día de la persona refugiada. Seguirán informando.