Evangelio del día: «¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Jn6,60-69

Tenemos el reto de pasar de una religiosidad popular a una más profunda más vivida y participativa

Juan Antonio Arrilucea, es un laico comprometido, padre de tres hijos y abuelo de seis nietas y a quien sus bodas de plata marcaron un antes y un después en su colaboración dentro de la Iglesia de San Miguel. Tras un proceso de catecumenado, participó en la creación de Berakah donde sigue colaborando actualmente. Realizó el curso de Teología para laicos.

Existe en la actualidad un laicado comprometido como fruto de sus convicciones cristianas y que se siente corresponsable de la Iglesia en su conjunto ¿Cómo ves el papel de los laicos en nuestra Iglesia Diocesana?

Es cierto que existe un laicado comprometido y corresponsable, como el que ha intervenido en la elaboración del PDE. Son la primera línea de la Iglesia a la que se refiere el Papa Francisco. Pero creo que la realidad parroquial es menos gloriosa. Tenemos muchas parroquias con una feligresía envejecida en las que destacan grupos de laicos, con gran disponibilidad, comprometidos en el funcionamiento parroquial. Se trata de un colectivo, integrado mayoritariamente por mujeres, que vienen realizando su compromiso durante muchos años con problemas para encontrar relevo. Estos laicos son colaboradores, comprometidos pero no corresponsables. Es cierto que, en muchos casos, son los propios laicos los que renuncian a la corresponsabilidad; bien por considerarse poco preparados o para eludir la toma de decisiones.

¿Cuál crees que tiene que ser la función del laico en la sociedad actual? 

Los laicos estamos llamados a ser la avanzadilla cristiana en los diversos ambientes en los que desarrollamos nuestras vidas. Nuestra misión es proponer el mensaje de la Buena Noticia mostrando lo más esencial y genuino del cristianismo, como dice el Papa Francisco. Todos somos corresponsables en la Iglesia y en su misión evangelizadora. Al laicado le corresponde ofrecer todo lo que tiene de vivencia del mundo en dos sentidos, para evangelizar los ambientes y para ayudar a que la Iglesia interprete correctamente los signos de los tiempos. Nos corresponde ser Iglesia de Jesús en el mundo.

Es un hecho que el secularismo está ganando terreno en la sociedad y que cada vez es más complicado creer y vivir en cristiano ¿Qué le dirías a la juventud de hoy en día con respecto a su incredulidad en Dios?

Los jóvenes representan un sector social que puede ser solidario, pero que es religiosamente indiferente. La Iglesia que ellos perciben no les resulta atractiva. La ven envejecida, cerrada en sí misma, centrada en el culto que frecuentemente deriva hacia una espiritualidad devocional. Una Iglesia con poca vida comunitaria y de fraternidad real.

En la evangelización de los alejados en la fe es fundamental la participación de los laicos. Somos el rostro visible y cercano de la iglesia. Nuestro reto es buscar respuestas para unos jóvenes que quieren una iglesia en la que sentirse protagonistas, una fe basada en la experiencia personal, que no discrimine a la mujer. Tenemos el reto de pasar de una religiosidad popular a una más profunda más vivida y participativa. El papel de la familia es fundamental en la transmisión de la fe. Los jóvenes de hoy son hijos de una generación que dejó de practicar y no están educados en la fe cristiana. Este desconocimiento constituye otro reto y una nueva oportunidad. A estos jóvenes increyentes les hablaría de la gran novedad, que puede proporcionar el Evangelio visto con ojos nuevos.

“Los laicos están en la primera línea de la Iglesia” dice el papa Francisco. Apoyándonos en este mensaje ¿Hacia dónde te gustaría que evolucionara la misión de los laicos dentro de las comunidades cristianas? 

La incorporación del laicado a la tarea evangelizadora ha supuesto poner en práctica una Iglesia más corresponsable y participativa. Se basa en una concepción de la Iglesia como ministerio de comunión. Todos somos Iglesia y todos tenemos una función. Los laicos deben de asumir compromisos de responsabilidad dentro de la comunidad eclesial. Tenemos el reto de impulsar el reconocimiento efectivo de la misión de los/as laicos/as en la Iglesia y en la sociedad. Nuestro papel debería evolucionar hacia la corresponsabilidad con los ministerios ordenados y hacia un mayor reconocimiento de la mujer. Las mujeres, con mayor presencia que los hombres, son el sustento de la acción evangelizadora, aunque esto no se corresponda con la responsabilidad que detentan.

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