Ungidos, unidos y audaces. Homilía del Obispo de Vitoria en la Misa Crismal
En la mañana del Miércoles Santo, la Diócesis ha celebrado la Misa Crismal, presidida por el Obispo de Vitoria, D. Juan Carlos Elizalde. En ella, los sacerdotes han renovado las promesas realizadas el día de su ordenación, como expresión de la comunión entre el Obispo y el presbiterio.
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El Obispo, en la homilía, dirigida con especial afecto a los sacerdotes de la diócesis, ha querido detenerse en tres adjetivos con los que explicar el pasaje del Evangelio que se había proclamado: ungidos, unidos y audaces.
Ungidos todos porque somos los hijos muy amados... Ungidos en todos los momentos de la vida... Ungidos para ungir y por tanto “ungidos hasta los tuétanos”, como nos dice el Papa Francisco... Ungidos con óleo de salvación para devolver a los prisioneros la libertad. Ungidos con óleo medicinal para curar los corazones desgarrados. Ungidos con óleo de esperanza para consolar a los afligidos transformando el duelo en fiesta... Tus manos hoy son más valiosas que las que fueron ungidas hace 20, 40 o 60 años porque no han dejado de colaborar con el Señor portando tanta bendición.
“La Iglesia es antes mariana que petrina”. Es decir, antes es María, madre, familia y fraternidad que Pedro, organización, jerarquía y estructura. Por tanto, si ungidos, ¡unidos!
Hoy, la pobreza nos une. Hace muchos años, una Iglesia rica en recursos, números y vocaciones podía permitirse el lujo de estar desunida y dividida en distintas sensibilidades que se desautorizaban mutuamente. Hoy en cambio, nuestra pobreza institucional, es una oportunidad inmejorable para afrontar juntos la nueva evangelización en una Iglesia en salida y hacia las periferias. No sobra ninguna sensibilidad ni carisma.¿Quién somos nosotros para achicar las posibilidades de Dios? Si estamos comunicados con la fuente de esa unción ¿qué nos puede faltar?... Labios impuros pueden pronunciar en primera persona las palabras de la consagración: "Esto es mi Cuerpo, ésta es mi sangre". Manos pecadoras trazan el signo de la absolución de los pecados en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu. Esta audacia de Dios se llama sacerdocio. Sus posibilidades son escalofriantes y audaces.
La Misa Crismal recibe este nombre porque en ella se consagra el Santo Crisma que se utiliza en los sacramentos de bautismo y confirmación, así como en las ordenaciones de sacerdotes y obispos o la dedicación de nuevas iglesias. También se bendicen los óleos de los catecúmenos y el de los enfermos.