Evangelio del día: «Pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 18,1-19,42». Jn18,1-19,42

... Y en su dolor y llanto, se oye la voz de Dios

Ante todo desear que tod@s hayamos disfrutado de estos meses de verano, que además de procurarnos descanso, son propicios para disfrutar de familia y amigos de una forma más relajada y tranquila. Una pena que no sea este un derecho del que toda la población pueda disfrutar, ya que ha sido un verano realmente “negro” para millones de desplazados y refugiados que huyen del terror, de la guerra y del hambre. Así que, comenzamos este nuevo curso, teniéndoles muy presentes y deseando poder contribuir para que esta situación, vaya mejorando con la ayuda de todos los gobiernos primero, y de toda la población después.

No es fácil el análisis de lo que ha pasado, pero está claro que era algo que se venía gestando desde muy atrás, consecuencia de políticas nefastas y egoístas que sólo benefician a unos pocos. Es difícil ignorar el sufrimiento y las condiciones en las que están hacinados en las fronteras, sin casi comida, después de andar miles de kilómetros y siendo maltratados, encontrándose con nuevas vallas, y la sensación de no importarle a nadie nada. Tiene que ser durísimo. Sólo basta con escuchar algunos testimonios como éste: “Quiero empezar una nueva vida en paz.... Nos están tratando como animales; peor que a los animales.”
Las palabras de Dina lo dicen todo. Tiene 46 años y llegó a Hungría el 14 de agosto con sus dos hijos y su esposa, embarazada de siete meses. Huyen de su país. Son personas refugiadas.

refugiadosLa respuesta de la Unión Europea a las personas que, como ellos, llegan a Europa buscando refugio ha sido hasta ahora bochornosa. En la reunión del día 14, no llegaron a ningún acuerdo de cómo gestionar la respuesta y la pospusieron hasta octubre, como si la gente pudiese esperar. Vergonzoso. Pero nada puede detener al que ha vivido en su propia carne la guerra, la muerte y la desesperación por no encontrar un medio para poder vivir. Cuando está todo perdido, nacen agallas de muy adentro para intentar poner a salvo su piel y la de su familia.

Según el informe de Amnistía Internacional de junio de 2015, casi 4 millones de mujeres, hombres y niños se han visto obligados a abandonar el país en lo que se considera una de las crisis de refugiados más graves de la historia.

Nadie decide por gusto abandonar su hogar con toda su familia, enfrentarse a un viaje en el que puede perder la vida. Si en estos momentos están llegando a Europa miles de mujeres, hombres, niñas y niños es porque no les ha quedado otra opción para sobrevivir, que huir de su lugar de origen. Pero no sólo Siria ha contribuido a esta fatal tendencia. En Europa hay 342 mil millonarios pero también 123 millones de pobres, lo que supone una cuarta parte de la población, una cifra que no deja de aumentar. Y podríamos seguir dando datos y análisis sin parar. Pero “al buen entendedor pocas palabras”.

No podemos quedarnos al margen, tenemos que denunciar la situación, y a la vez, atender a esta masa humana que se ha quedado sin nada. Está claro que el camino que llevamos no es el bueno. Habrá que exigir cambios drásticos que aseguren la vida y la dignidad de tod@s allí donde viven.

Son muchas ya las voces de todos los ámbitos que se han alzado denunciando esta situación: la nota del señor obispo, el artículo Refugiados y Migrantes de Cáritas y otros documentos que merece la pena leer. Os invitamos a hacerlo para estar muy al día sobre esta barbarie.

Pronto tendremos elecciones. Abramos bien los ojos y los oídos para cambiar este rumbo que niega la vida a la mayor parte de la población del mundo.

Desde el servicio diocesano, trataremos de estar atentos y de remar en este sentido. Aprovechamos la ocasión para recordaos que estamos a vuestro servicio, que no dudéis en llamar si necesitáis cualquier cosa y que contamos con vosotros para ser una iglesia creíble y transformadora, que de verdad esté con los más agredidos y desfavorecidos.

¡Ánimo y fuerzas, en esta tarea!

Un abrazo de paz.

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