¿Quieres recibir el sacramento del Bautismo en la Iglesia de Nuestra Señora Madre de los Desamparados? ¿Quieres bautizar a tu hijo/hija? Un bautizo es siempre una gran alegría. Ponte en contacto con nosotros.

El padre y/o la madre que quieran bautizar a sus hij@s deben comunicarlo al menos con un mes de anticipación. Los Bautismos tienen lugar habitualmente los últimos sábados de mes a las 13:00 horas. Pedimos un encuentro de preparación con los padres unos días antes del bautismo, en fecha a convenir.

Los padrinos deben estar bautizados, haber hecho la Primera Comunión, estar confirmados y llevar una vida congruente con la fe y con la misión que van a asumir (CIC 874).

No hay ningún costo por el Bautismo. ¡Estamos deseando que se acerquen la mamá y el papá para bautizar a sus niños! Lo que sí queremos es dialogar sobre cómo van a hacer para la eduación cristiana de sus hijos/as.

Necesitamos los sacramentos para transformar nuestra pequeña vida humana y por medio de Jesús llegar a ser como Jesús: hijos de Dios en libertad y esplendor. En el Bautismo los hijos perdidos de los hombres se convierten en hijos protegidos de Dios.

Mediante el Bautismo cada niño es admitido en un círculo de amigos que nunca le abandonará, ni en la vida ni en la muerte. Este círculo de amigos, esta familia de Dios, en la que el niño se integra desde este momento, le acompaña continuamente, también en los días de dolor, en las noches oscuras de la vida; le dará consuelo, tranquilidad y luz. Benedicto XVI, 8 de enero de 2006

El Bautismo es el camino que nos lleva desde el reino de la muerte a la Vida, la puerta de entrada a la Iglesia y el comienzo de una comunión permanente con Dios. El Bautismo es el sacramento fundamental y la condición previa de todos los demás sacramentos. Nos une a Jesucristo, nos introduce en su muerte salvífica en la Cruz, y por ello nos libera del poder del pecado original y de todos los pecados personales y nos permite resucitar con él a una vida sin fin. Puesto que el Bautismo es una alianza con Dios, el hombre debe dar su «sí» a Dios. En el bautismo de niños los padres confiesan la fe en representación de su hijo.


Preguntas frecuentes

La forma clásica de administrar el Bautismo es sumergir al bautizando tres veces en el agua. No obstante, en la mayoría de los casos se derrama tres veces agua sobre la cabeza, al tiempo que quien administra el sacramento dice: «(Nombre), yo te bautizo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

El agua simboliza purificación y nueva vida, Lo que ya se expresaba en eL bautismo de conversión de Juan el Bautista. El Bautismo que se administra con agua en «nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» es más que un signo de conversión y penitencia, es nueva vida en Cristo. Por eso se añaden también Los signos de la unción, la vestidura blanca y la vela del Bautismo.

Cualquier persona que no esté aún bautizada puede recibir el Bautismo. La única condición para el Bautismo es la fe, que debe ser confesada públicamente en la celebración del sacramento.

Quien se vuelve al cristianismo cambia no sólo su concepción del mundo. Entra en un camino de aprendizaje (catecumenado) en el que llega a ser, mediante la conversión personal, pero sobre todo por el don del Bautismo, un hombre nuevo. Ahora es un miembro vivo del Cuerpo de Cristo.

La Iglesia mantiene desde tiempos inmemoriales el Bautismo de los niños. Para ello hay una única razón: antes de que nosotros optemos por Dios, Dios ya ha optado por nosotros. El Bautismo es, por tanto, una gracia, un regalo inmerecido de Dios, que nos acepta incondicionalmente. Los padres creyentes que quieren lo mejor para su hijo, quieren también el Bautismo, en el cual el niño es arrancado del influjo del pecado original y del poder de la muerte.

El Bautismo de niños supone que los padres cristianos educan al niño bautizado en la fe. Es una injusticia privar al niño del Bautismo por una liberalidad mal entendida. Lo mismo que no se puede privar al niño del amor, para que después pueda él mismo decidirse por el amor, sería una injusticia si los padres creyentes privaran a su hijo de la gracia de Dios recibida en el Bautismo. Así como todo ser humano nace con la capacidad de hablar, pero debe aprender a hablar, igualmente todo hombre nace con la capacidad de creer, pero debe aprender a conocer la fe.

No obstante, no se puede imponer el Bautismo a nadie. Si se recibe el Bautismo de niño, hay que «ratificarlo» después personalmente a lo largo de la vida; es decir, hay que decir «sí» al Bautismo para que éste dé fruto.

Normalmente es el obispo, un presbítero o un diácono quien administra el sacramento del Bautismo. En caso de necesidad, cualquier cristiano, e incluso cualquier persona, puede bautizar, siempre que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo: «Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

El Bautismo es tan importante que incluso un no cristiano puede bautizar. Sólo tiene que tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia cuando bautiza.

Para todos los que han recibido el Evangelio y han conocido que Cristo es «el camino y la verdad y la vida» (Jn 14,6), el Bautismo es el único acceso a Dios y a la salvación. Al mismo tiempo es cierto, sin embargo, que Cristo murió por todos los hombres. Por eso pueden salvarse también quienes no tuvieron oportunidad de conocer verdaderamente a Cristo ni la fe, pero, con la ayuda de la gracia, buscan a Dios con un corazón sincero y llevan una vida según su conciencia (el llamado Bautismo de deseo).

Dios ha vinculado la salvación a los sacramentos. Por ello la Iglesia debe ofrecerlos incansablemente a los hombres. Abandonar la misión sería traicionar el encargo de Dios. Pero Dios mismo no está sujeto a los sacramentos. Allí donde la Iglesia —sea por su culpa o sea por otras razones— no llega o no tiene éxito, Dios mismo abre a los hombres otros caminos para la salvación en Cristo.

En el Bautismo nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, en hermanos y hermanas de nuestro Salvador e hijos de Dios. Somos liberados del pecado, arrancados de la muerte y destinados desde ese instante a una vida en la alegría de los redimidos.

Ser bautizado quiere decir que la historia de mi vida personal se sumerge en la corriente del amor de Dios. Dijo el Papa Benedicto XVI: «Nuestra vida pertenece a Cristo y ya no nos pertenece a nosotros. Acompañados por él, asumidos por él en su amor, estamos libres de todo temor. Él nos abraza y nos lleva allí donde vayamos; Él, que es la misma Vida» (7 de abril de 2007).

Mediante el nombre que recibimos en el Bautismo nos dice Dios: «Te he llamado por tu nombre, tú eres mío» (Is43,l).

En el Bautismo el hombre no se disuelve en una divinidad anónima, sino que es confirmado precisamente en su individualidad. Estar bautizado con un nombre determinado quiere decir que Dios me conoce; me dice sí y me acepta para siempre en mi unicidad inconfundible.

No hay mejores ejemplos que los santos y tampoco mejores intercesores. Si mi patrono es un santo, tengo un amigo junto a Dios.