La Confirmación es el sacramento que nos da la madurez en la fe y en el que recibes el don del Espíritu Santo. Si optas libremente por ser hijo de Dios, recibes la fuerza del Espíritu Santo y te conviertes en testigo del amor y del poder de Dios.

¿Estás interesado/a en recibir el Sacramento de la Confirmación?

¡No dejes pasar esta oportunidad! Acércate a la Iglesia de Nuestra Señora Madre de los Desamparados el próximo viernes 8 de octubre. Nos juntaremos –a las 17:00h– en la puerta situada en la esquina de la calles Angulema y Kutaisi. Anímate, consúltanos cualquier duda que tengas y apúntate para preparar tu Confirmación. No importa la edad que tengas. Ponte en contacto con nosotros.

En el Sacramento de la Confirmación el Obispo te cubrirá con sus manos y realizará la señal de la Cruz sobre tu frente con el aceite consagrado, para que recibas la fuerza del Espíritu Santo.

Cuando un entrenador manda salir al campo a un futbolista, le pone la mano en el hombro y le da sus últimas instrucciones. Así podemos entender también la Confirmación. Entramos en el campo de la vida adulta. Se nos imponen las manos. Por el Espíritu Santo sabemos lo que debemos hacer. Nos ha motivado profundamente. Sus consejos resuenan en nuestros oídos. Sentimos su ayuda. No queremos decepcionar la confianza que ha puesto en nosotros y vamos a ganar el partido para él. Sólo tenemos que quererle y escucharle.


Preguntas frecuentes

Ya en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios esperaba que el Espíritu Santo se derramaría sobre el Mesías. Jesús llevó una vida en un espíritu especial de amor y en total unión con su Padre del cielo. Este Espíritu de Jesús era el «Espíritu Santo» que anhelaba el pueblo de Israel; y era el mismo Espíritu que Jesús prometió a sus discípulos, el mismo Espíritu que descendió sobre los discípulos cincuenta días después de la Pascua, en la fiesta de Pentecostés.

Y nuevamente es el mismo Espíritu Santo de Jesús quien desciende sobre aquel que recibe el sacramento de la Confirmación. Ya en los Hechos de los Apóstoles, que se escribieron pocos decenios después de la muerte de Jesús, vemos a Pedro y a Juan en «viaje de Confirmación»; ambos imponen las manos a nuevos cristianos, que antes «sólo estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús», para que su corazón se llene del Espíritu Santo.

En la Confirmación el alma de un cristiano bautizado queda marcada con un sello indeleble que sólo se puede recibir una vez y que marca a esta persona para siempre como cristiano. El don del Espíritu Santo es la fuerza de lo alto en la que esta persona realiza la gracia de su Bautismo a través de su vida y es «testigo» de Cristo. Confirmarse quiere decir hacer un «contrato» con Dios.

El confirmando dice: Sí, Dios mío, creo en ti. Dame el Espíritu Santo para pertenecerte totalmente, para no separarme nunca de ti y para dar testimonio de ti toda mi vida en cuerpo y alma, con hechos y palabras, en los días buenos y en los días malos. Y Dios dice: Sí, hijo mío, yo también creo en ti, y te concederé mi Espíritu, me doy yo mismo. Te perteneceré totalmente. No me separaré de ti nunca, ni en esta vida ni en la eterna. Estaré en tu cuerpo y en tu alma, en tus hechos y palabras. Incluso cuando tú me olvides, yo estaré ahí, tanto en los días buenos como en los malos.

Todo cristiano católico que ha recibido el sacramento del Bautismo y que está en «estado de gracia», puede ser admitido a la Confirmación. Estar en «estado de gracia» quiere decir no haber cometido ningún pecado grave (pecado mortal). Por un pecado mortal el cristiano se separa de Dios y sólo puede ser reconciliado de nuevo con él mediante la Confesión.

Un joven cristiano que se prepara para recibir la Confirmación se encuentra en una de las fases más importantes de su vida. Por ello hará todo lo posible para comprender la fe con su corazón y con su inteligencia; pedirá el Espíritu Santo a solas y con otros; se reconciliará de varios modos consigo mismo, con las personas de su entorno y con Dios; aquí tiene su sentido la Confesión, que acerca también más a Dios aun cuando no se haya cometido ningún pecado grave.

El sacramento de la Confirmación es administrado normalmente por el Obispo. Si fuera necesario, el obispo puede encomendárselo a un sacerdote. En peligro de muerte cualquier sacerdote puede administrar la Confirmación.