Los dones del Espíritu Santo

Tras las celebraciones de Pascua ha llegado el ‘tiempo ordinario’. Ordinario no significa de poca importancia o anodino. Con este nombre, distinguimos ‘lo cotidiano’ de los ‘tiempos fuertes’ del año litúrgico (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua).

Para este día a día, necesitamos la fuerza del Espíritu Santo y sus dones, aquellos que profetizó Isaías ocho siglos antes de Cristo: “Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh” (Is 11,2). ¿En qué consiste la fuerza del Espíritu Santo? ¿Qué nos aporta? Estos son sus siete dones:

Entendimiento: Es el don divino que nos ilumina para aceptar las verdades reveladas por Dios. Mediante este don, el Espíritu Santo nos permite escrutar las profundidades de Dios. Nuestro corazón participa del conocimiento divino, en los secretos del mundo y en la intimidad del mismo Dios. El Señor dijo: “Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahveh” (Jer 24,7).

Sabiduría: Da un conocimiento amoroso de Dios, de las personas y de las cosas creadas por la referencia que hacen a Él. Solo se llega al conocimiento de Dios por medio de la santidad y es el Espíritu Santo el que pone este conocimiento al alcance de las almas sencillas que aman a Dios. Es el don de entender lo que favorece y lo que perjudica el proyecto de Dios.

Consejo: El don de saber discernir los caminos y las opciones, de saber orientar y escuchar. Es la luz que el Espíritu nos da para distinguir lo correcto e incorrecto, lo verdadero y falso. Sobre Jesús reposó el Espíritu Santo y le dio en plenitud ese don como había profetizado Isaías: “No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra” (Is 11, 3-4).

Fortaleza: Nos vuelve valientes para enfrentar las dificultades del día a día de la vida. Vuelve fuerte y heroica la fe. Recordemos el valor de los mártires. Nos da perseverancia y firmeza en las decisiones. Los que tienen ese don no se amedrentan frente a las amenazas y persecuciones, pues confían incondicionalmente en el Padre.

Ciencia: Es el don de la ciencia de Dios y no la ciencia del mundo. Por este don el Espíritu Santo nos revela interiormente el pensamiento de Dios sobre nosotros, pues “nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1Co 2, 11). Capta el designio de Dios sobre las cosas, sobre la historia, en lo natural ve lo sobrenatural. Comprende los “signos de los tiempos”.

Piedad: Es el don que el Espíritu Santo nos da para estar abiertos a la voluntad de Dios, buscando siempre actuar como Jesús actuaría. Otorga un sentimiento de fraternidad universal y solidaridad. El instinto de compartir los talentos y bienes que el Señor nos ha dado.

Temor (por amor) de Dios: Otorga una extraordinaria capacidad para captar la Voluntad de Dios y ser feliz en ella practicándola. Porque Lo ama. No quiere equivocarse en los caminos de Dios. Observa los más pequeños y menores detalles para no tener ocasión de ofender a Jesús. Porque Lo ama.

Feliz vuelta a lo cotidiano con la fuerza del Espíritu Santo.