Evangelio comentado 4 mayo

Lee la Palabra de Dios y tómate un tiempo para meditarla. ¡Feliz lectura!

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Comentario por María Gay Pobes

Espero que, como para mí, en estos días confinados, vuestras casas hayan sido como un abrazo. Un aprisco que te limita el movimiento, pues quedas atrapado entre unos brazos, pero te compensa creando un círculo de tranquilidad, seguridad y del cariño propio de dos corazones encontrados. Sin embargo, aunque no lo esperasemos, en alguna ocasión, un tirón de pelo ha podido interrumpir este achuchón.

Este tirón que es el ladrón y bandido del que habla Jesús, hoy, podría identificarse con cosas pequeñas como una pelea entre hermanos o la falta de disposición para poner la mesa... Puede identificarse con todos nuestros fallos cotidianos, y también con toda la incertidumbre, el miedo y/o tristeza que esta situación dibuja en nuestra mente y corazón. Sí, se atreve a irrumpir no sólo en nuestras cabezas, también en nuestros corazones. ​Todo lo que roba nuestra paz es este tirón de pelo.

Pero, hoy no podemos detenernos demasiado en este acto, que trata de sacarnos del lugar donde somos tan amados para acabar con ese amor; necesitamos centrar nuestra atención en la mirada que nos espera delante de cada uno de nosotros al volver de la inercia del tirón. Esta mirada es ​su​ mirada.

Frente a la que nos encontramos a través de nuestra madre, la Virgen, de los miembros de nuestra familia, de nuestros amigos (por videollamada), de quién nos cruzamos de camino al súper o a través del voluntariado, del trabajo o de la oración.
Su mirada. Unos ojos que te invitan a vivir de una manera nueva, diferente y que el mundo necesita conocer. La puerta por la que accedes a un camino donde no importa qué paso des, nunca lo darás solo y, qué más dará lo que pese tu mochila, Él la carga, si le dejas, porque su ​amor​ no entiende de límites. Recordemos que entregó su vida por ti, por mí, por cada uno de nosotros y resucitó para poder ahora vivir junto a nosotros esta pandemia.

Así es Dios, no nos obliga a salir del abrazo, al contrario que el ladrón que te lo arrebata. Él solo nos mira enamorado invitándonos a reconocer su voz en las cosas más pequeñas del día, para no terminar con el abrazo sino para multiplicarlo. Y, entonces, le pides perdón a tu hermano, pones la mesa e, incluso, recoges luego la mesa y, de repente, la incertidumbre te agobia algo menos.

Todo ​lo que necesitamos hoy, y siempre, es confiar en​ su amor​, reflejado en el que un pastor tiene a sus ovejas.

© 2024 Diócesis de Vitoria / Gasteizko Elizbarrutia