Jornada Mundial del Enfermo 2022

Ya estamos a a las puertas de la Jornada Mundial del Enfermo y, como Iglesia, nos unimos en oración reflexionando el texto evangélico del Buen Samaritano, como Humanidad herida y vendada con Misericordia. En este contexto, Sor Daniuska Rodríguez ha escrito unas letras que aquí compartimos:

Como cada año, el próximo 11 de febrero nuestra Iglesia celebra la XXX Jornada Mundial del Enfermo. Se inicia, como siempre, con la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, concluyendo el 22 de mayo, fecha en la que celebraremos la Pascua del Enfermo.

Este año, como Diócesis, necesitamos poner la mirada en una Humanidad herida y vendada con Misericordia (Lc 10,29-37). Esta pandemia global nos ha despertado bruscamente del sueño de la omnipotencia; ha despertado nuestra conciencia para darnos cuenta de que no podemos controlarlo todo. Dios parecía enterrado y ausente en medio de nuestras aceleradas vidas. Pero Él se ha introducido en esta pandemia. Va liberando el alma de la humanidad del barro de la indiferencia, de la arena de la superficialidad, de las ortigas y malas hierbas de las falsas seguridades, haciendo surgir una solidaridad sin fronteras. ¡Ojalá no volvamos atrás cuando todo esto vaya pasando! ¡Ojalá resurjamos a una vida nueva, más humana, más cercana, más auténtica!

En la situación que estamos viviendo, la imagen más elocuente que, quizás, nos puede ayudar es la del Buen Samaritano, con la que Jesús instruyó al escriba que buscaba vida eterna. Estamos todos heridos de muerte y muchos están muertos de miedo. Ahora, que hemos visto que la vida, ante nosotros, se va en un abrir y cerrar de ojos, es el momento propicio para buscar, con redoblado empeño, lo que permanece para siempre.

“Dentro de mí hay una fuente muy profunda. Y en esta fuente está Dios. A veces llego a alcanzarla, pero con más frecuencia está cubierta de piedras y arena: en estos momentos, Dios está sepultado, así que es necesario desenterrarlo de nuevo” Cf. Hillesum, E., Diario 1941-1943, Milán. Cuando nuestro mal nos devora, Dios se introduce en él, nos acompaña, y nos sana, sacando bienes de los males. Nunca hubiéramos elegido situaciones así de duras. Más bien tenemos el peligro de seguir añorando los tiempos pasados, cuando todo lo teníamos controlado. Podría pensarse que tenemos “medio muerta” la esperanza con respecto al futuro y que no terminamos de dejarlo en manos de Dios. Y cuando entra en crisis la esperanza, comienzan a agonizar el amor y la fe.

El Papa Francisco dedicó una Audiencia General más a la misericordia, esta vez también desde el punto de vista de la parábola del Buen Samaritano. Su centro lo ocupa un hombre medio muerto, y todos los personajes quedan situados a partir de él. El hombre medio muerto, desde su impotencia, es quien posee el poder de revelar al Samaritano su capacidad de compasión, que le asemeja a Dios.

Estoy convencida de que, si caminamos a la escucha de la vida, de todo lo que anda “medio muerto”, las situaciones de creciente fragilidad sacan de nosotros lo mejor, y, a través de ellas, Dios nos habla con frecuencia. La vulnerabilidad del “otro” es una llamada de Dios a salir de mi ego y a desplegar la compasión que llevo dentro. El mal de la pandemia termina siendo un instrumento recreador de Dios con el que nace una Humanidad nueva.

Pero: ¿No será que no somos el Buen Samaritano, sino que estamos tirados en el camino “medio muertos”? ¿No estaremos necesitando que el gran Samaritano, que es Jesús, se nos acerque, cure nuestras heridas y derrame sobre ellas el aceite de su consuelo y el vino de su fuerza? ¿No está ante nosotros el kairós de descubrir en nuestra fragilidad “un camino nuevo”, en el que la fuerza se manifiesta en la debilidad y la vida en la muerte? ¿No está siendo la hora de fiarnos perdidamente de Dios, que está trabajando algo nuevo con nuestra pobreza, e, incluso, con nuestra pérdida, y de aceptar ser “portadores de las marcas de Jesús”, es decir, de una realidad débil, siempre frágil y nunca acabada?

Jesús se enternece ante nosotros. Este herido es algo valioso para este Samaritano, por eso lo monta en su cabalgadura, lo lleva a la posada, y se preocupa de su cuidado hasta el final, cueste lo que cueste. Todo lo suyo es del herido, y este es Dios. ¡Dichoso quien le conozca de cerca! Necesitamos afianzar los vínculos hacia dentro, para restablecerse completamente, para volver a caminar erguido, y para servir a un mundo herido y medio muerto desde la compasión. El recuerdo del dolor sufrido y las cicatrices de nuestras heridas es un valioso instrumento para una pasión compartida (com-pasión).

Desde la pastoral queremos inyectar esta perspectiva. ¿Y si descubrimos que en ese gesto de pura alteridad se encierra el secreto de nuestra identidad más honda? “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). ¡Esta parábola es un estupendo regalo para todos nosotros, y también un compromiso! A cada uno de nosotros Jesús repite lo que le dijo al doctor de la Ley: “Ve, y procede tú de la misma manera” (v. 37). Esta dimensión de la misericordia puede bañar con su calidez nuestras relaciones, romper nuestras defensas, conseguir que se resquebraje la dureza que puede hacer sombrío nuestro camino de fe, y permitir derramar cordialidad, gestos de ternura. Cristianos, agentes de pastoral de la salud, especialistas en el corazón: ¡Gracias!

“NO SE PUEDE ADORAR A DIOS SI NUESTRO ESPÍRITU NO CONTIENE AL NECESITADO” (Beato Ciriaco María Sancha).

Sor Daniuska Rodríguez Verdecia
Delegada Diocesana de Pastoral de la Salud

En este enlace puedes descargarte las Orientaciones para la Campaña del Enfermo 2022 así como el Mensaje del Santo Padre Francisco por esta Jornada Mundial del Enfermo.

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