El Señor ha llamado al carmelita Antonio Unzueta Echevarría

El 14 de agosto, víspera de la fiesta de la Asunción de la Virgen, fallecía en el céntrico convento de los Padres Carmelitas el hermano Antonio Unzueta Echevarría a los 92 años de edad. Nacido en el pueblo de Ibarra, en Aramayona, en el año 1931, este religioso alavés, muy conocido en Vitoria y en toda la Diócesis, destacó por su pasión por la Historia.

De familia religiosa y muy humilde, el padre Antonio tomó el hábito en el año 1947 haciendo sus profesión un año después, con 17 años. Se ordenó sacerdote en 1956 a los 25 años en Roma, donde se licenció en Teología y en Historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana. Apasionado por la Historia de la Iglesia, llegó a ser el archivero y bibliotecario de la Curia Provincial Carmelita de Vitoria donde pudo desarrollar esta pasión. Fruto de todo ello, llegó a escribir más de medio centenar de obras sobre temática carmelita y grandes santos de la orden. Entre ellos se encuentran algunos trabajos como ‘Santa Teresa y los Vascos’ –donde resalta el legado en la tres provincias vascas de esta doctora de la Iglesia nacida en Ávila y fundadora de la orden– y ‘Pedro de San Elias’ –en la que da a conocer la biografía de este alavés de Aramayona fusilado al inicio de la Guerra Civil en Tarragona, quien introdujo la orden carmelitana en Estados Unidos en el año 1911 y declarado beato en el año 2013–.

Fue profesor en varias localidades vizcaínas y en Portugal. Pasó varios años en Latinoamérica, concretamente en Perú, para ser formador de novicios carmelitas. Allí se interesó por la presencia vasca en este continente con la llegada de los primeros vascos con el descubrimiento de América en 1492. En estos años publica ‘El vitoriano Matías Maestro y su múltiple actividad en el Perú’, ’Juan Domingo de Zamácola y otros miembros de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del Pais en Arequipa, Perú’, ‘Juan Domingo de Zamácola y Jáuregui y su obra en el Perú’ y ‘La Orden del Carmen en la evangelización del Perú’.

Quienes le trataron, entre quienes destacan sus hermanos frailes, lo definen como un hombre entregado a la orden carmelitana y a la Iglesia además de a la comunidad y a los fieles que durante décadas han pasado por la céntrica iglesia de Nuestra Señora del Carmen en la calle Manuel Iradier. Los últimos 30 años los pasó en Vitoria en la casa provincial llegando a ser vicario durante varios años y nombrado archivero provincial de la orden, responsabilidad que llevó a cabo con mucha dedicación. Reorganizó los archivos históricos carmelitanos, digitalizándolos y abriéndolos a otros archivos provinciales, regionales y nacionales con el fin de hacerlos públicos y dar a conocer el legado y el trabajo carmelitano, especialmente en el País Vasco.

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