Evangelio comentado 28 marzo

Lee la Palabra de Dios y tómate un tiempo para meditarla. ¡Feliz lectura!

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
«Este es de verdad el profeta».
Otros decían:
«Este es el Mesías».
Pero otros decían:
«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».
Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.
Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».
Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Los fariseos les replicaron:
«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».
Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».
Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».
Y se volvieron cada uno a su casa.

Comentario por Dámaso Zuazúa, ocd

Hoy, 28 de marzo, es el 505 aniversario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Nació en tierras de Ávila, entre las cinco y cinco y media de la mañana, según la anotación manuscrita de su padre. Se trata de una Santa muy carismática, muy plétorica de dones de la naturaleza y de la gracia. Entre otras epidemias, ella conoció en su tiempo la del “catarro universal” de 1580, que la dejó postrada y casi al borde de la muerte. Confiemos especialmente en su intercesión para sobrevivir con esperanza la emergencia actual; el momento de posible desconcierto, de desánimo, de falta de confianza, de tragedia familiar o vecinal que podemos estar viviendo.

Consideremos el Evangelio del día, tomado de San Juan, 7, 40-53.

Frente al auge de popularidad que conocía Jesús en las masas aumentaba el afán de los fariseos por contrarrestar su impacto en el pueblo. “Este es de verdad el profeta. Otros decían: “Éste es el Mesías”. Era la reacción espontánea del pueblo a la vista de cuanto escuchaba y veía obrar a Jesús. Pero no hay mayor ceguera que la del que no quiere reconocer la realidad. Es la ceguera de la pasión. San Juan de la Cruz escribe bien que las pasiones desordenadas en la persona oscurecen, obnubilan su mente, no le permiten juzgar con claridad. Por eso los fariseos se cierran a la evidencia. Aunque era verdad que Jesús fuera el Mesías, que por tal lo consideraban, había que decir lo contrario, no se podía permitir circular esa verdad.

En ese caso el mecanismo de “la razón de la sin razón” se activa  automáticamente: “¿Es que de Galilea va a venir el Mesías …?” Surgió la discusión entre los partidarios y detractores. Estuvieron a punto de aplicar la razón del más violento: Prenderlo por la fuerza. Lo hubieran hecho muy a gusto. Los guardias de turno fueron sinceros: “Jamás nadie ha hablado así”. 

Ante esta reacción de aceptar la evidencia el insulto, la descalificación, la denigración de cobardía afloran espontáneas: “¿También vosotros os habéis dejado embaucar?” En el debate acalorado, apasionado, surge la voz de la razón serena. Es la de Nicodemo. Era fariseo, sí. Pero anteriormente había mantenido un contacto secreto con el Señor. Él le había formulado sus preguntas con toda serenidad, desde el fondo de su conciencia, con deseos de conocer la verdad sin tergiversaciones. Por eso Nicodemo pregunta: “¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hacho?” Les recordaba un principio de su especialidad, la ley, a ellos que eran tan leguleyos; un principio de su experiencia personal por haber hablado precedentemente a solas con Jesús desde el fondo de su conciencia. ¡Ni por esas! “¿También tú eres galileo?”

Cuando se nos enturbia la mente podemos llegar a ridículas aberraciones, a determinaciones insensatas, a no reconocer la evidencia, a acciones violentas. Podemos caer en despropósitos que luego lamentaremos. ¡Atención! Hablemos y actuemos siempre con mente despejada. Cada uno con sus luces, con sus criterios … que no estén contaminados por la pasión. Hablemos, actuemos, determinemos con conciencia clara, con conciencia serena.

Aceptemos la verdad, guste o no nos guste; incluso cuando nos molesta. No escamoteemos nunca la verdad, ni la tergiversemos. Rindámonos a la verdad, que es rendirse a la evidencia. La verdad es siempre un valor, un gran valor. Lo dijo bien el Señor: “La verdad os hará libres”. Y Teresa de Jesús añade oportunamente: “La verdad padece, pero no perece”.

Por el resto, tratándose de Jesús, considerémosle como camino, verdad y vida. Nuestra convicción, nuestro amor, nuestra confianza en Él, nuestra amistad con Él por ser “el amigo verdadero” (Santa Teresa de Jesús), nos debieran conducir siempre a este continuo interrogante: “¿A quién podríamos recurrir, Señor? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.

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