Evangelio del día: «¡Señor mío y Dios mío!». Jn20,24-29

Evangelio comentado 30 abril

Lee la Palabra de Dios y tómate un tiempo para meditarla. ¡Feliz lectura!

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Comentario por Consuelo González

Dios nos atrae, siempre atrae. Ha puesto en el corazón de todos un deseo de Él. Nos conduce hacia su divinidad a través de múltiples situaciones de nuestra vida: nuestros éxitos y fracasos, preocupaciones y alegrías, de nuestros amigos, amores, gente que se cruza por nuestra vida. 

Podemos reflexionar en estos últimos días, que han sido tan diferentes, tan especiales… ¿cómo ha estado conduciéndome Dios? ¿He sabido reconocerle?

El evangelio de hoy nos enseña que a Dios Padre vamos a través de Jesús. 

¡Qué gran Padre que nos pone el camino más fácil! pues la Segunda Persona de su divinidad se ha hecho uno de los nuestros, hombre como tú y como y yo, y así identificado plenamente con nuestra naturaleza podemos comprenderle mejor, conocerle mejor, quererle mejor.

Cuánto nos cuida y nos quiere Dios que envía a su Hijo a que nos enseñe el camino al cielo, nos abra las puertas de la salvación con su muerte en la cruz, luego resucita y va al Padre. Pero nuevamente manifiesta todo su amor al quedarse Jesús con nosotros en la Eucaristía. 

“Yo soy el pan vivo que he bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Jesús con estas palabras revela de una manera clara y contundente el misterio de la Sagrada Eucaristía, excluye cualquier otra interpretación: El pan es Su carne, y el que coma de ese pan vivirá eternamente. ¡Qué ganas de recibir otra vez, de manera sacramental, ese pan que es Tu cuerpo Señor!

A través de la Eucaristía, Cristo entra en nuestro ser y nos llena de gracia. Le necesitamos, somos criaturas con debilidades y fallos; con buenas intenciones, pero torpezas; y a través de la Eucaristía el Señor ayuda moldeando nuestra alma, colmando nuestras necesidades y dándonos la fuerza para el camino.

En cada celebración de la Santa Misa, Cristo baja del cielo al altar, por manos del sacerdote. Viene a nosotros. Tendríamos que preguntarnos: ¿Nosotros vamos a Él? ¿Nos damos cuenta que así como el cuerpo necesita alimento nuestra alma también? ¿Correspondo a ese amor infinito recibiéndole con mejores disposiciones? ¿Me he acostumbrado a su amor comulgando como un hábito sin sentido? 

Esta pandemia es una oportunidad de oro para revalorar y agradecer la Eucaristía profundamente.

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