Rosa Hueto, impulsora de Manos Unidas en nuestra diócesis: "el espíritu inicial sigue vivo"

Manos Unidas celebró el domingo su Jornada con el lema "Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas", en el año que se cumplen 60 años de su nacimiento e inician un trienio de trabajo dedicado a los derechos humanos. A la eucaristía, que el Obispo D. Juan Carlos Elizalde celebró en la Catedral María Inmaculada  en el marco del Año Jubilar Mariano,  acudieron voluntarias y colaboradores de esta ONG de la Iglesia que nació en el seno de las mujeres de Acción Católica. Rosa Hueto es una de aquellas precursoras que echaron a andar este proyecto en nuestra diócesis de Vitoria.

Si entonces le hubiesen dicho que aquella Campaña contra el Hambre que ideaban se iba a convertir en una organización como Manos Unidas y que 60 años después su objetivo de luchar contra el hambre promoviendo la dignidad y el desarrollo de personas en todo el mundo seguiría siendo necesario, probablemente le hubiese causado un buen disgusto . "A mí lo que me gustaría es que desapareciese Manos Unidas porque ya no hay más hambre en el mundo... pero en el ínterin hay que dar el callo... ¡aunque tenga 91 años!"

Manos Unidas nació tras el  manifiesto de la UMOFC (la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas) en el que anunciaba su compromiso contra el hambre en todo el mundo, en respuesta al  llamamiento de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). "Las mujeres de la Acción Católica , ante esa necesidad tan acuciante, asumimos ese compromiso con la porción inmensa de gente que en el mundo se moría de hambre. Teníamos ya experiencia previa de trabajo con misioneros y misioneras, a través de las Obras Misionales Pontificias, con toda esa gente sencilla que se mataba por alimentar el cuerpo y el espíritu".

La realidad de las Mujeres de Acción Católica era muy potente, como recuerda Rosa: "Para mí todas aquellas mujeres con las que trabajé, eran santas. Todas distintas, viudas, casadas, solteras, separadas...  nos queríamos muchísimo y nos movía un mismo Espíritu. Junto a sacerdotes consiliarios, que también eran verdaderos santos, nosotras hacíamos nuestra labor en nuestras casas, en nuestros trabajos y familias, también dentro de la Iglesia y , cómo no, fuera de la Iglesia: algunas en los Centros de Cultura Popular (de promoción y formación de la mujer), otras tomaron la opción de Manos Unidas... para mí, auténticas heroínas".

Desde hace años vive en la residencia Juan Pablo I y allí, como ella dice, "está la retaguardia orante, que hace falta, y mucho. Tiene que ir unido a lo demás". Como una más se unió a la celebración de la Misa de la Campaña contra el Hambre, ya la número 60  y que este año hace especial hincapié en el rostro femenino de la pobreza: "Mujer del Siglo XXI: ni independiente, ni segura, ni con voz", se puede leer en el cartel de este año.

En todos estos años el trabajo de Manos Unidas se ha dedicado a acompañar y apoyar proyectos de desarrollo agrícola, sanitario, educativo, social y de promoción de mujeres. Trabajo que fue agradecido por el Obispo, Monseñor Elizalde, durante la homilía: "El encuentro con Jesús transformó la vida de estas mujeres hace 60 años, ahí está el cambio de corazón, desde el agradecimiento. El jubileo es esta experiencia de conversión. En Manos Unidas tenéis experiencia de los milagros que puede hacer el Señor, de donaciones y gestos increíbles que llegan a vuestras manos. Tenéis la experiencia de la red repleta de peces, como Pedro, cuando el Señor le pidió que remara mar adentro". Rosa Hueto ha sido testigo de estos "milagros": "hemos visto tantas cosas... yo he recibido muchas gracias y satisfacciones personales, sí.  Pero también tengo la satisfacción humana de haber visto los frutos de muchos proyectos y acciones y, a pesar de que en algunos casos la guerra los destruía –como en el caso de Angola– , el Señor también se las ha arreglado para ponerlos en pie de nuevo".

¿Y qué hay del espíritu de aquellas mujeres?... "Se mantiene - afirma contundente Rosa - con la ayuda del Señor, de la Iglesia, del testimonio de tanta gente, del trabajo de las familias agrandando el corazón de niños y niñas. Si desaparece el espíritu, las cosas van muriendo por sí mismas. Yo solo puedo estar agradecida a todo el mundo que ha apoyado y sigue apoyando la labor de Manos Unidas, gente fabulosa y de lo más variopinta. Estoy feliz de llegar a los 91 años y poder seguir dando las gracias".

 

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