Acompañamiento en el duelo: lo que cura es el proceso

El pasado día 10 de marzo tuvo lugar en nuestra Diócesis el acto final de una Campaña, que ha durado cuatro años, sobre Acompañamiento en el Duelo. Esta iniciativa se ha llevado a cabo, coordinadamente, desde tres organismos diocesanos: Caritas de Mayores, Pastoral de la Salud y Delegación para la Tercera Edad.  El evento del pasado martes fue presentado por nuestro Obispo, Don Miguel Asurmendi; invitándonos a orar, en primer lugar, con María, nuestra Madre, por las situaciones vividas al perder a un ser querido. Insistió en la Misericordia como principio iluminador del cristiano e invitó a leer el último documento de los obispos vasco-navarros titulado, precisamente, Misericordia Entrañable, donde se aborda, en uno de los apartados, la importancia de acompañar durante el duelo.  A continuación Olga Cruz, de Cáritas-Mayores, presentó públicamente los materiales pedagógico-pastorales que se han elaborado al efecto, y que se han ido realizando a lo largo de estos dos últimos cursos. Insistió en que el empeño principal que ha movido este proyecto ha consistido en promover la creación de grupos que se decidan a acompañar a personas en duelo. Desglosó el contenido de dicho material y puso de manifiesto que, para los que hemos trabajado en este proyecto, ha sido un referente privilegiado el "Grupo de acompañamiento de la Unidad Pastoral de Santa María de Olarlzu" de Vitoria.

Estos materiales se encuentran a disposición de quien lo desee en la Librería Diocesana.  El plato fuerte de la jornada estuvo a cargo de José Carlos Bermejo, religioso camilo, doctor en teología pastoral sanitaria, director del Centro de Humanización de la Salud en Tres Cantos (Madrid), autor de más de cuarenta libros, conferenciante habitual dentro y fuera de España y referente muy conocido en todo el mundo Sanitario y de Pastoral de la Salud.  Comenzó insistiendo en que respecto del Duelo la palabra clave es “proceso”; porque el duelo es un camino, un proceso que es preciso recorrer necesaria e ineludiblemente. La muerte de un ser querido nos hace sufrir y el duelo, de alguna manera “es el precio que tenemos que pagar por el amor”; por eso, el duelo “tiene el poder de humanizarnos”.  Pasó a destacar la contradicción, existente hoy día, entre la ocultación generalizada de la muerte y todo lo que conlleva  y el deseo paralelo de mucha gente de conocer y ayudar en los procesos referidos a la muerte (convocatorias para charlas y cursos de todo tipo sobre acompañamiento en cuidados paliativos, en duelo, etc.).

A continuación indicó que el proceso del duelo consiste en “acompañar a curar, a recomponer lo roto” y pasó a detallar las cinco tareas principales de la persona que debe atravesar un duelo en su vida. Estas serían:

  1. Aceptar la realidad de la pérdida.
  2. Dar expresión a los sentimientos que la pérdida produce.
  3. Adaptarse al ambiente cotidiano -en el que el difunto ya no está-.
  4. Invertir energía emotiva en nuevas relaciones y “darse permisos”.
  5. Cultivar la dinámica de la Esperanza.

Insistió en el último punto como uno de los signos manifiestos de la humanización de la especie humana. Cuando se comenzó a enterrar a los muertos se pasó de la hominización a la humanización. “Estar siempre dispuestos a dar razón de nuestra esperanza” (según la afirmación de la Primera Carta de Pedro) es tarea primordial de todo cristiano, porque en Dios se encuentra nuestra última y definitiva confianza.

Concluyó marcando el itinerario modelo que debe seguir un duelo bien resuelto (con altibajos, naturalmente, y no siempre linealmente seguido en su desarrollado):  Resignación>, aceptación>, integración>, resiliencia (la palabra que, de unos años a esta parte, se emplea para indicar el empeño, la voluntad, la capacidad de “sacar fuerzas de flaqueza”, por decirlo con una sola expresión, pero que abarca mucho más). En definitiva, “cambiar Vida por Amor…” Remitiéndose a su primera expresión -el duelo como proceso-, terminó afirmando que “lo que cura es el proceso, no el mero transcurrir del tiempo”.

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