Evangelio comentado 11 mayo
Lee la Palabra de Dios y tómate un tiempo para meditarla. ¡Feliz lectura!
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según Juan 14,21-26
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»
Le dice Judas -no el Iscariote-: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Comentario por Elena Arce, laica
Gracias Señor porque hemos sido recreados en y para el amor. Tu Ley es el AMOR, te hiciste humano para enseñarnos a vivir en tu Amor que es la entrega infinita y en el Evangelio nos dices como amar, nos dejas la fuerza del Espíritu y nos dices: “Si alguno me ama, guardará mi palabra”.
Y hoy en este momento ¿qué quieres, a qué me llamas? Al respeto, a la tolerancia con quien piensa diferente, o quien no coincide con mi forma de vida o de actuar. Tú quieres estas cosas porque solo así podemos convivir en paz.
Para situarme en el hoy, me ayudo con las palabras del Papa:
Y ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí. Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad. (Francisco, Homilía II Domingo de pascua, 2020)
Estamos viviendo un confinamiento, del que poco a poco parece que vamos a ir saliendo, algunos lo hemos hecho en jaulas de oro, sin que nos faltase nada, a costa de las personas trabajadoras que arriesgaban su vida sin la debida protección, muchas veces mal pagadas, precarizadas e invisibilizadas. Y otras muchas personas en la angustia de no tener lo necesario para vivir porque les falta el trabajo y no tienen ni sanidad, ni recursos suficientes para sobrevivir.
¿Puedo seguir igual? “El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho”.
Confió en la fuerza que Tú me das desde el amor, que me exige otra forma de vivir, como nos dijiste en las bienaventuranzas, que es vivir en la pobreza, la humildad y el sacrificio, es lo único que fortalece mi vida personal y la del compromiso en favor de las personas empobrecidas, víctimas de un sistema injusto que descarta a las personas en favor del afán de lucro y enriquecimiento de unos pocos.
Dame la gracia de ir descubriendo: como participo de este sistema injusto con mi forma de vida y actuar, como ir caminando en acompañar a sus víctimas, como cooperar en que cambien las conciencias en mis ambientes a favor de ellas, como lucho para que la persona sea el centro de las políticas económicas y así poder mostrar como ser realmente feliz.
Pongo rostros concretos y situaciones… y hago la oración de Jesús Obrero junto con mis hermanas y hermanos hoacistas. Señor Jesús, te ofrecemos todo el día, nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas.
Concédenos, como a todos nuestros hermanos de trabajo, pensar como Tú, trabajar contigo y vivir en Ti. Danos la gracia de amarte con todo nuestro corazón y de servirte con todas nuestras fuerzas. Que tu Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los campos, en el mar, en las escuelas, en los despachos en los hospitales y en nuestras casas. Que los militantes que sufren desaliento, permanezcan en tu Amor.
Y que los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, descansen en paz. María, madre de los pobres. Ruega por nosotros.