Topaki, encuentro anual de formación de Cáritas Euskadi, reunió a 600 personas
El pasado fin de semana, alrededor de seiscientas personas voluntarias y trabajadoras de las Cáritas de Bizkaia, Gipuzkoa y Vitoria se dieron cita en Durango para asistir al encuentro de formación anual de Cáritas Euskadi, Topaki. El encuentro, organizado por Cáritas Euskadi, tuvo lugar en Landako Gunea de Durango. La teóloga Pepa Torres abordó en su ponencia el reto de “poner pies a la utopía del Bien Común”.
La jornada arrancó con los saludos del director de Cáritas Euskadi, José Ramón Aramendi, y el director de la Cáritas anfitriona, Carlos Bargos. La oración fue dirigida por el delegado episcopal de Cáritas Bizkaia, Kerman López, y a continuación, en nombre propio y en el de D. Mario Iceta, obispo de la Diócesis de Bilbao, el vicario general, Ángel Mari Unzueta, dirigió unas palabras a las personas asistentes.
Seguidamente tomó la palabra, Pepa Torres, teóloga y educadora social, para abordar el tema central de esta edición de Topaki: “El bien común: ponerle pies a la utopía”.
Mirada a nuestra realidad
El primer bloque de la ponencia giró en torno a la urgencia de despertar y reaccionar ante la situación de inhumanidad que vive la sociedad actual sobre la base de que el amor social es la clave de un auténtico desarrollo: “El bien común son todos los gestos y acciones de cuidado mutuo y amor que custodian la dignidad de todas las personas”. Ante una crisis que ha cuestionado la universalidad de los derechos sociales, la fe debe llamar a resistirse y oponerse a un modelo de sociedad que permite y asume que tantas personas queden descartadas y al margen del camino: “Al bien común hay que ponerle pies y requiere “sostenedores del cielo”, personas y colectivos atentos a los signos de los tiempos, y expertos en el cuidado de la vida desde las personas más vulneradas” (Cuento El sostenedor del cielo)
Pepa Torres ofreció en Topaki una reflexión sobre algunas de las fracturas urgentes que presenta el bien común en nuestros días. Entre ellas, una acumulación de riqueza en pocas manos que se produce por desposesión de bienes comunes, que acaba por traducirse en dualización social. Por otra parte, la división internacional del trabajo ha generado dos nuevos colectivos sociales: el precariado y los trabajadores pobres. A ello hay que sumar que las exigencias de los niveles de producción han forzado de manera insostenible el planeta y el cambio climático es una realidad que genera pobreza en muchos lugares del mundo.
Otro estigma del modelo de sociedad actual es el divorcio entre poder y política: “¿Quién gobierna entonces? El dinero. ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás (…) Hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera (…) El terrorismo empieza cuando has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero” (Conferencia de prensa del papa Francisco en el Vuelo de Regreso Apostólico a Polonia, 31 de julio de 2016).
Crisis sistémica
Enfrentamos el debate sobre el bien común en un contexto de confluencia de crisis económica, energética, democrática y de valores que se traduce en una mayor vulnerabilidad personal que provoca desmotivación, impotencia y competitividad. Las heridas de la crisis se proyectan en un entramado social débil sometido a una dinámica económica que resulta excluyente para un gran número de personas: “Al capitalismo le importan los productos, al bien común los procesos de las personas”.
Si las crisis son también tiempo de oportunidad “es momento también de encarnar la profecía del bien común y el cuidado. Tenemos que contrarrestar la exaltación del individualismo y trabajar en colectivo los objetivos comunes. Tenemos que construir desde las posibilidades y transformar a partir de alternativas nuevas”. Como decía una reciente campaña de Cáritas “Es vivir sencillamente para que otros puedan, sencillamente, vivir”.
Atreviéndonos a soñar
La igualdad real, la cultura de la acogida y del encuentro, el salto del yo al nosotros, el paso de la resistencia el empoderamiento, la ciudadanía… son sueños imprescindibles para la custodia del bien común. Es necesario partir de una conciencia colectiva de transformación que provoque un desbordamiento del sistema desde abajo: “No hay cambio social sin procesos de participación desde abajo donde todas las personas aportan; nos enfrentamos al reto de cuestionar nuestro etnocentrismo y favorecer la participación y la potencialidad que ofrece la diversidad”. Es precisamente esta diversidad, uno de los grandes desafíos para la acogida: “La hospitalidad es un signo profético hoy más que nunca: acoger implica el reconocimiento del otro como un igual y también el reconocimiento de la mutua necesidad; es desde el encuentro desde donde mejor se pueden revisar los prejuicios y los estereotipos”.
La participación es el marco donde se trabaja el empoderamiento que permite empeñarse en el derecho a tener derechos: “Trabajar por la justicia es ayudar a pasar de sentirse víctima a ponerse en pie”. Decía Pepa Torres que “no tenemos las soluciones pero podemos ofrecer espacios colectivos de participación para encontrarlas.
Derecho al pan y las rosas
Terminó la intervención de la ponente con el poema reivindicativo Pan y Rosas que ha servido de inspiración a muchos colectivos que luchaban por superar situaciones de injusticia. “Tenemos derecho al pan y las rosas: pan para tener de qué vivir y rosas para tener por qué vivir”.
En un par de momentos del encuentro de formación Topaki, las personas asistentes asistieron al saber hacer del cuentacuentos Cruz Noguera que ofreció un par de bonitas historias para el disfrute y el aprendizaje. Durante toda la jornada permanecieron expuestas varias mesas con productos de Comercio Justo de KIDENDA, artículos elaborados en los talleres de Cáritas en Vitoria, así como información sobre KOOPERA.
(Crónica y fotografías: Cáritas Diocesana de Vitoria)